¿Por qué nos cuesta dar a la gente el beneficio de la duda?

Recientemente aprendí lo que significa esta frase. Toda mi vida la he escuchado en mensajes, consejos, la había leído en artículos, revistas, periódicos, etc,  pero me entraba por un oído y me salía por el otro.

Pensaba que esa frase era muy compleja de entender o que no aplicaba para mi vida. Y así,  fui topándome con varios tipos de personas, hubo algunos que me generaban un sentimiento de confianza enorme y otros, a los que no le creía ni los buenos días.

A ese grupo de personas en los que no confiaba, los mantuve a la raya, distantes, entre: Hola! ¿cómo estás? , Bien! Que bueno!, OK gracias; sin profundizar en nada porque no me era relevante lo que me dijeran o contaran, o simplemente no les creía. Por algún motivo dudaba de todas las palabras que salían de sus bocas, y como era de esperarse cada acción que tomaban yo las veía mal, como algo negativo y si era hacia mi persona, mi pensamiento automático era: “me quiere embromar” o “me quiere hacer daño” lo cual me predisponía a estar en guardia y lista para una pelea o discusión.

Un pequeño gesto mal interpretado fue la gota que derramó el vaso y me hizo casi explotar, bueno está bien, exploté; respondí de vuelta  y decidi ir a pelear con la persona, si pelear! Esa persona no tenía idea de lo que sucedia, no entendió nada, se asustó al verme tan furiosa y le hizo daño mi actitud.

Yo por dentro me sentí victoriosa… “Muy bieeeen” me decía a mi misma, ahora más nadie va a meterse conmigo. Y mantuve mi actitud dura y recia; pero otro pequeño gesto giró el curso de la historia completamente! Y que bueno!

La persona de mi blanco de Guerra, me pidio un minuto para hablar… “¿para hablar, qué vamos a hablar?” me dije, ya no hay que hablar más nada.  Sin embargo, acepté y ni siquiera entiendo aún porque acepté,  y mientras me dirigía al encuentro con el oponente seguía dudando y diciendo ¿para qué hago esto?, ¿de qué vamos a hablar?.

Hablando con “el oponente” me di cuenta que estuve tan equivocada, tan desubicada, tan mal! La verguenza que sentí no fue normal. Pero esta persona me hizo entender que significa que no podemos saltar a conclusiones bajo ninguna circunstancia, que por más obvia que parezca una acción, una palabra, un mensaje, debemos HABLAR, PREGUNTAR; sin preparar un ejercito detrás de nosotros para acabar al que consideramos enemigo, que en realidad no lo es y nunca lo fue.

Aprendí, de la manera más penosa, que tenemos que dar el beneficio de la duda a las personas; no solo por el bien y la armonía de nuestras relaciones con amigos, compañeros y familiares, sino porque eso también trae paz a nuestros corazones. Es incómodo, difícil e imposible, vivir a gusto teniendo que estar a la defensiva por cada palabra y acción que digan y hagan los que nos rodean.

Yo lo aprendí por las malas, pero mi deseo al compartir esta historia y este mensaje contigo, es que tú lo puedas aprender y aplicar por las buenas; y sin necesidad de afectarte a ti, ni a otros.

Deja un comentario