Si eres como yo seguramente tienes una personalidad normal, no eres una persona mala, no le haces daño a nadie, eres feliz y disfrutas con tus amistades momentos felices, de triunfo y victorias. Sin embargo, piensas que esas cosas buenas, extra buenas que pasan a tu alrededor no te pueden pasar a ti y  no porque no seas buena persona, ni porque no hagas tus deberes en el hogar, en la escuela o en el trabajo, es porque simplemente piensas que no te mereces cosas buenas, no mereces que Dios te complazca y te consienta porque te ves como un simple ser humano que no hace nada espectacular ni por Él, ni por los demás.

Pero una vez que Dios decide actuar de forma clara en tu vida, inesperadamente te agarra por sorpresa y te pone de cabezas con las bendiciones y la alegría característica que invade cuando Él te apoya y te acompaña en un momento especial. Ojo, no es que los demás días no estaba contigo, es que finalmente, un día en particular por X o por Y, le prestaste atención, entonces lo sentiste y te diste cuesta que estaba ahí contigo celebrando tu felicidad.

Te preguntas y te dices a ti mismo y a tus confidentes, ¿por qué? ¿Por qué me paso esto así? No puedo creer que fue mejor de lo que soñé, pensé o imaginé. Pasan las horas y los días y sigues dudando y por dentro estas esperando que llegue el golpe, ese ¡PUM! que vuelve todo a la realidad o a tu normalidad pesimista y poco creyente, pero no llega, ni llegará…

Como me hizo ver y entender una gran amiga, ese conjunto de cosas, eventos y personas que ocurren en excelente coordinación a tu favor sin tener que pedir o pagarles nada es parte de lo que incluye la gracia de Dios, un concepto o mensaje muy difícil de entender y aceptar. Es por medio de situaciones en las que recibes más de lo que esperabas de personas insólitas en las que se muestra la gracia de Dios en su máxima expresión, aun cuando día a día, esa misma gracia nos protege, nos cuida, nos acompaña, nos guía, no nos damos cuenta de su significado, ni de su existencia.

Creo que este tipo de experiencias Dios nos deja vivirlas y disfrutarlas para demostrar que Él nos escucha y nos ve a diario, que sabe lo que necesitamos y queremos de corazón, y para que confiemos ciegamente en Él y reconozcamos su nombre, su palabra y su poder tanto en nuestra vida, como en la de los demás.

Mi deseo es poder de alguna manera responderle igual a Dios, hacerlo feliz de alguna manera sin embargo sé que mi naturaleza pecaminosa e imperfecta no me iguala a Él, pero por medio de mis acciones y palabras, por medio de su palabra, leyéndola, estudiándola, compartiéndola puedo hacerlo sonreir un poquito y de alguna forma devolverle el amor aunque sea en un 0.000001%

Tú también puedes hacerlo!

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