Ernesto Sábato escribe en “La Resistencia” que había algunas mañanas en que se levantaba con una esperanza demencial en las inmensas posibilidades humanas para construir un mundo mejor. A la luz de esa fe podía ver días y circunstancias más deseables para la tormentosa realidad circundante. Luego, en las siguientes páginas describía con terrible precisión los males de nuestro tiempo: la locura de la tecnología, el ruido ambiental, la prisa de la gente, el imperio del poder y de las grandes corporaciones, la guerra y el hambre. En una sola secuencia de ideas, sin solución de continuidad, nos mostraba la belleza y la miseria de las criaturas humanas.

Leí hace mucho tiempo que la esperanza no avergüenza. Creo que eso es posible sólo si se espera algo que efectivamente va a suceder. No hay nada más triste que soñar con algo que jamás va a ocurrir. Y por lo que se ve, creer en un mundo mejor es una travesía sin mucho destino. Hay ciertos momentos, ciertos lugares, instantes felices, es verdad. A veces ocurre un pequeño milagro aquí y allá. Encuentros sensibles, experiencias colectivas, algo como una pequeña alineación de planetas y estalla la vida con esa curiosa dimensión de eternidad pero que dura apenas una primavera. Entonces todo vuelve a la normalidad, si así se puede llamar la locura de nuestra generación.

No es necesario ser pesimista para reflexionar de este modo. Basta una mirada sobria a la ciudad en donde se vive, una rápida lectura del diario, una estática contemplación del noticiero nocturno. Basta salir a la calle, pero no a los lugares que muestran los avisos de las agencias de turismo, sino a los suburbios de este continente, tan distintos a los de Baltimore o Estocolmo. Basta acercarse a lugares inesperados, rincones no habituales, pasajes escondidos. La vida es exquisita – y pródiga – en el arte de mostrar su lado oscuro.

Debe ser por eso que era en la madrugada, cuando las primeras luces del alba deslíen la oscuridad, que Ernesto Sábato solía sentir esa urgencia de la esperanza. Porque cuando está más oscuro todo, cualquier mínima luz es excelente. Por qué algunas personas confían tanto en las posibilidades de una pequeña luz en medio de tanta sombra es algo incomprensible.

Pero sucede.

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