Meditaciones impertinentes – Temporada 1 – Episodio 5

Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.

Y al oír Juan, en la cárcel, los hechos de Jesús, le envió a dos de sus discípulos, para preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?

La primera frase es de Juan cuando bautiza a Jesús. Le vio y dio testimonio – lo dio de suyo, no bajo una presión celestial – que Jesús era el Hijo de Dios. En el segundo episodio, el mismo Juan envía a preguntarle a Jesús si él era o no el Hijo de Dios.
¿Qué puede pasar por la cabeza de una persona del calibre de Juan el Bautista – sindicado por Jesús como el más grande los profetas – para que después de algún tiempo envíe a hacerle semejante pregunta? ¿Que pasó con su cristalino testimonio?
Tal vez algún iluminado de los tiempos presentes le hubiera endilgado a Juan una reprimenda sobre su falta de fe: “¿Cómo se te ocurre hacer esa pregunta? ¿No fuiste tú mismo el que le reconociste en el bautismo?”
Por más claras que se vean las cosas, la vida y sus circunstancias pueden alterarnos a tal punto que lleguemos a dudar de lo mismo que afirmamos tan resueltamente tiempo atrás. Muchas cosas pueden minar la solidez de las convicciones. Tal vez Juan creyó, como los mismos discípulos, que Jesús traía una agenda de política militante conducente a la liberación del yugo romano y le vino una enorme decepción al ver que no era así.
Las cosas son más complejas de lo que parecen. La duda no necesariamente es una renuncia a la convicción de la realidad de Dios. Pero hay cosas que resultan incomprensibles, dolorosas, contrarias a nuestras expectativas, inesperadas, incluso crueles.
Una vez Jeremías dirigió a Dios estas palabras: “¿Por qué fue perpetuo mi dolor, y mi herida desahuciada no encontró curación? ¿Serás para mí como cosa ilusoria, como aguas que no son estables?” Esta no es retórica poética ni berrinche caprichoso; habla de dolor perpetuo, de herida desahuciada – es decir, sin remedio – y de que Dios quizá sea una ilusión, inestable como el agua. Por cierto que hubo respuesta para Jeremías. Pero durante un tiempo, no sabemos cuánto, el dolor y la confusión generaron en él duda y pesimismo.
La crisis existencial no es un lujo gratuito. Es un dolor auténtico que habría que respetar un poco más, me parece.

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