Sueña en grande

Sueña en grande

Observa lo que dijo Jesús: “El que cree en mí también va a hacer las obras que yo hago. Y hará obras más grandes…”, Juan 14:12 (PDT). Al principio muchos de tus sueños te parecerán imposibles, luego te parecerán improbables, y después, cuando te alineas con Dios, se convertirán en inevitables.
Dios se deleita en cumplir sueños grandes. Pedro soñaba con caminar sobre las aguas y Jesús se lo concedió; Abraham y Sara con tener un hijo en su vejez y lo tuvieron; David con matar a un gigante sólo con una honda, y lo hizo. La Biblia está repleta de historias de personas que soñaron sueños del tamaño de Dios y que dependieron de su poder y sus promesas para alcanzarlos. ¿Lo ves? Siempre debe tratarse de sueños que nazcan en el corazón de Dios y que le lleven gloria. Si tú aspiras a lograr algo que puedes hacer sin la ayuda de Dios, entonces, no es un sueño que valga la pena. “Dios se deleita en hacer cosas imposibles, a través de gente improbable para impartir gracia abundante a receptores indignos”, Chip Ingram. No se trata de realizar sueños que te “engrandezcan” humanamente. No tiene nada que ver con hacerte famoso ni reconocido. No se trata de ti, se trata de Dios. Si Dios no se glorifica en tu sueño, entonces, ese sueño no es de Dios.
Luis Palau y Timothy Robnett, en su libro Contamos la historia, dicen que Cristo nos desafía a soñar grandes sueños, a hacer grandes planes, a orar grandes oraciones y a obedecer sus grandes mandamientos. Si tus sueños no van más allá de terminar tu educación, pagar las cuentas o criar a tus hijos, entonces tu visión no es divina. Tal vez sea tiempo de considerar cómo podría usarte Dios para producir un cambio en las vidas de los demás. ¿Tienes sueños y planes de lo que Dios podría hacer a través de tu vida o sencillamente estás atareado con la rutina de todos los días? ¿Te has convertido en una persona que abre caminos o en alguien que se sienta para mirar lo que otros hacen? recuerda que los grandes sueños requieren tiempo. Nadie alcanza sus sueños de un día para otro. José esperó más de una década. David esperó, después de ser ungido rey, más de trece años antes de serlo definitivamente y, Abraham esperó veinticinco años antes de ver concretado su sueño de tener un hijo. Los soñadores de Dios tienen la capacidad de esperar largos períodos de tiempo confiados en que Dios, tarde o temprano, cumplirá su promesa. No te desesperes. No te impacientes. Hasta Dios mismo tuvo paciencia para recibir su propio sueño. Dios prometió en Génesis 3:15 que un salvador vendría y le tomó cuatro mil años enviar a Cristo Jesús. No cometas el error de renunciar a tus sueños en el tiempo de la espera. Si Dios lo prometió se cumplirá; tus sueños se harán realidad. ¿Cómo lo sabemos? Porque Dios siempre cumple sus promesas y porque jamás alguien ha sido defraudado por Él.

 

El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana

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. El presente se escribió en su totalidad por un ser humano, sin uso de ChatGPT o alguna otra herramienta de inteligencia artificial.

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