“Un pequeño grupo de espíritus decididos, unidos por una fe insaciable en su misión, puede alterar el curso de la historia” (Mahatma Gandhi).

No comento fútbol ni entiendo mucho. Comprendan las siguientes líneas en el contexto de la cita propuesta al inicio. Hace unas semanas, la selección de fútbol de mi país conquistó por primera vez la Copa América. La historia es pródiga en demostrar que en materia de competiciones regionales y mundiales, Chile no había ganado casi nada: un honroso tercer puesto en Mundial de 1962 y una Copa Libertadores en 1991.

La verdad sea dicha: el fútbol de nuestro país no tiene la prosapia, la potencia ni la historia de selecciones como las de Uruguay y Argentina. Valga decir que incluso el partido final del campeonato de este año no fue ganado en los 120 minutos de juego sino en el siempre impredecible albur de los penales.

Ahora a lo que quiero llegar: después del dramático partido perdido por penales frente a la selección de Brasil, el equipo chileno se juramentó para ganar la Copa América. Trabajaron, lucharon y lograron ese objetivo contra el peso de la historia, las críticas a la organización del torneo, la mala conducta de algunos de sus jugadores y las infaltables sospechas de fraude o colusión con los árbitros.

Eso es ya historia. El futuro dirá si fue nada más que una pasión momentánea o los chilenos cambiarán el curso de su historia futbolística. Lo que inspira estas palabras es eso de Gandhi: Un pequeño grupo de espíritus decididos, unidos por una fe insaciable en su misión, puede alterar el curso de la historia.

Qué lejos estamos de ese espíritu pionero, comprometido, tenaz. Nos hemos acomodado, nos hemos puesto a nivel, nos hemos hecho parte de la cultura predominante. Nos hemos sumido en su tecnología, sus aparatos y sus proyectos sociales. Tenemos una obsesión enfermiza por asimilarnos y sacar versiones “cristianas” de todo. Lanzamos anatema contra el mundo, pero ¡qué bien que usamos todos sus beneficios y producciones! Somos parte irreductible de la inmensa mayoría, gobernados por el poder, la inteligencia y la pasión de un pequeño grupo de espíritus decididos que controla la política, la economía y la cultura. Nosotros no hemos alterado nada.

Así como se ha diluido la influencia de Gandhi en el mundo contemporáneo, así se ha diluido aquella pasión con la que un puñado de personas, en su tiempo, hizo temblar a un imperio hasta sus cimientos.

Qué poca actitud

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