(Tercera parte y final)

Se hace más notable esta dolencia cuando los líderes menosprecian o subestiman la educación y los principios básicos necesarios para la gestión eficiente de un país, una empresa o una agrupación religiosa. El líder se escuda en cierta intuición innata, en la experiencia o simplemente en la operación “mágica” del Espíritu Santo. Pocos de ellos tienen la sabiduría y la habilidad de reconocer sus limitaciones y tomar apropiado provecho de la asesoría profesional especializada sin ceder al temor de perder su ascendiente sobre la gente.
“Aquí vale la experiencia y no los estudios” o “El Señor toma de lo que no es para avergonzar a lo que es” son recurrentes justificaciones de aquellos líderes, con lo cual no sólo logran una excusa convincente para la mayoría menos ilustrada, sino que se asiste también a la verdadera consagración de la mediocridad como estilo de gobierno y de conducta.
Algunas observaciones finales: Una de ellas es la frecuente e intensa relación que suele haber entre el poder ilimitado y la acumulación desproporcionada del patrimonio material del líder, erario que en rarísimos casos le hubiera sido posible acumular en el ejercicio de su oficio o profesión anterior.
Otra, es la estructuración de un sistema protocolar y comunicacional destinado a sostener y elevar la imagen del líder. Se alaba la genialidad, la benevolencia, la humildad, la fortaleza moral, la condición casi paternal del líder y se crea a su alrededor un escenario de homenajes y de elocuentes y extensos títulos que preceden al simple enunciado del nombre. Todo este aparato tiene el evidente objetivo de legitimar y fortalecer la permanencia del líder, ya sea por el bien de la patria, la empresa o la institución religiosa.
Será muy ilustrativo para el lector reflexionar con alguna profundidad en Deuteronomio 17:16-20 y relacionarlo con la historia del rey Salomón relatada en los primeros capítulos de 1 Reyes. El primer pasaje advierte acerca de los peligros del poder ilimitado, el exceso de riqueza y el factor sexual. El segundo revela el origen y las consecuencias de no prestar oído a tan sabios y precisos mandamientos. Tal vez sirvan a la hora de aceptar y ejercer cargos de importancia en la vida política, empresarial o religiosa.
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           Para la audiencia perceptiva quedará en evidencia que este trabajo no es reciente. Hay algunas ingenuidades, algunas ausencias – como la soledad del poder – y la falta de oficio investigativo. Tanto el espacio como la cultura del medio no permiten tal emprendimiento. Por ello, me disculpo y agradezco su indulgencia.

(Este artículo ha sido especialmente reeditado para la radio cristiana CVCLAVOZ)

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