Leo que los hijos del profeta Samuel no anduvieron en los caminos de su padre. Al contrario, y cito del texto, “se volvieron a la avaricia, dejándose sobornar y pervirtiendo el derecho”. Nada nuevo bajo el sol. Sorpresa para los ingenuos que creían que la corrupción era un invento de mandamases de repúblicas bananeras y/o sudamericanas. Para quienes miramos continuamente a la historia – esa aburrida parte de la vida para la mayoría – es la recurrente manifestación de la naturaleza humana, capaz de nobles acciones a la vez que susceptible al atractivo de la maldad.
Me permito algunas reflexiones en torno a este aleccionador fragmento. Al finalizar su vida, Samuel alegó con contundentes pruebas haber vivido una vida austera, sin préstamos y sin haber participado en ilícito alguno. El caso de sus hijos confronta crudamente con la realidad la creencia que el producto automático de una educación paternal excelente es hijos excelentes. Puede presentar mejores pronósticos que el mal ejemplo, pero hay que esperar a ver: los hijos de Samuel no tomaron mucho tiempo en demostrar lo contrario.
Hay una pregunta por hacer cuando los grandes casos de corrupción salen a la luz. Nos alegra la posibilidad que los involucrados sean juzgados y devuelvan la plata robada. Pero, ¿a quién le interesa sobornar? Más exactamente, ¿quién, teniendo el dinero suficiente, soborna? Hasta ahora en la historia de las grandes corruptelas los involucrados han sido la mafia, las grandes corporaciones y los administradores de la caja fiscal. Para grandes sobornos, grandes sumas de dinero. Una abuelita, un jubilado, un empleado público, un comerciante de barrio no tienen doscientos mil dólares para sobornar porque: a) no tienen esa suma, y b) no tienen intereses que requieran semejante plata para hacerlo.
Los hijos de Samuel, en vista de que no había un poder político separado del religioso eran en su calidad de pontífices los representantes de ambos poderes. Así que la corrupción no corre exclusivamente por el lado de los administradores públicos. Ha penetrado también, como antiguamente lo hizo, el tejido y la trama de las instituciones religiosas. Un buen tema para mirar…
Para quienes aprecien un tratamiento estético del tema al modo del cine, recomiendo varias películas; algunas son ficción, otras son más documentales: “V por Venganza”, “Erin Brockovich”, “El Informante”, “El Informe Pelícano”. Si prefieren el crudo mundo de la realidad, nada más revisen la prensa sudamericana de los últimos, digamos, quince años.

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