Ya es casi de noche. Allá lejos, en medio del campo, una cierta luz, un destello lento que nace y muere. ¿Qué podrá ser? Un instante vivido hace siglos, el callado rumor de un poema antiguo que agita la memoria de las primeras pronunciaciones, el grito sagrado de una libertad todavía lejana. Fue hace tantos años…
“Anónimamente te busca mi pregunta, Señor. Explora en pos de ti mi angustia conceptual.
Las predicaciones son repeticiones memoriosas. La alabanza es una rutina superficial. La vida real parece pasar por afuera de los templos. Por las ventanas de las organizaciones internacionales. Por la veredas opuestas a las librerías evangélicas. Más allá de las páginas, los micrófonos y las cámaras de la comunicación evangélica.
El grito del siglo rebota en las frases estereotipadas. El alarido de la sociedad escondida no toca los sermones. El drama de la calle no está en sus lecciones de la Escuela Dominical. El infierno circulante no ocupa las tablas de sesión de sus comités.
La teoría no sabe del imperativo del hambre. Los planes nacionales no entienden de obras sociales. Las reflexiones no alcanzan a los bolsillos vacíos. Los teoremas no resuelven las cuotas escolares.
Señor, ¿por qué te busco en estas cuestiones, y lo único que me asiste es un silencio largo, una planicie inerte, lunar, estéril?”
El trabajado tránsito desde esa llamada original hasta estos días finales fue perfeccionando aquella forma imprecisa, esa intuición informe. La ingenua expresión de las primeras angustias se transformó en agua profunda, en pan partido en secreto, en sangre restañada un poco por algún cariño pasajero.
Un leve esplendor en la hierba. Una señal diminuta. Un pabilo casi apagado que ilumina malamente un refugio de cañas, una pasajera estación de peregrinos desolados. Un punto tembloroso en medio de esta presente oscuridad. Un rasguño inútil en la costra del monstruo institucional.
“Más poesía rebelde… Imprecaciones de mi intuición a veces fija, a veces vagabunda.
Vayamos por más entonces. Vayamos por otras reflexiones, indecisiones, imprecisiones, interjecciones, imaginaciones, ilusiones, incursiones…
No me voy a detener ahora. No más. Estas composiciones son evidentes alusiones. Sin explicaciones. Con implicaciones. Sin más suplicaciones…”
(En cursiva, dos escritos viejos, evidencias de la primera sangre, del primer entusiasmo de la llamada. En efecto, algunas cosas nunca cambian y otras cambian todo el tiempo)

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