A lo largo de la historia, los adultos siempre han reprobado las costumbres de los jóvenes… Toda la vida ha sido igual: lo viejo está contra lo nuevo. Y cuando la novedad por fin es aceptada, tiene los días contados: pronto se propondrá otra cosa.
(Constanza Gutiérrez, Por qué los millennials somos distintos (y muy parecidos) a ustedes, La Tercera, 25 de agosto de 2017)

Cada cierto tiempo entro en crisis con las cuestiones que creo y me pasa que debo ponerlas en remojo. Otras miradas suelen mostrar nuevos relieves, matices o desafían frontalmente las creencias. No todo el tiempo pero sí a veces es necesario.
El artículo que cito y que sugiero leer con atención revive la discusión de si la juventud de antes fue mejor que la de hoy y si estas chicas y chicos podrán afrontar el mundo del que se tienen que hacer cargo.
Por más que comparemos lo que nosotros hicimos – y no hicimos – cuando éramos jóvenes con las acciones de la actual gente joven, vamos a tener que llegar la sobria conclusión de que nuestra época era diferente a la de nuestros padres y a la de nuestros hijos y que cada una tuvo sus propias luces y sus propias sombras. Y que ellos nos criticaron nosotros y nosotros criticamos a nuestros hijos e hijas.
El viejo consejo del Eclesiastés viene a cuento: Nunca digas: ¿Cuál es la causa de que los tiempos pasados fueron mejores que estos? Porque nunca esto preguntarás con sabiduría. En otras palabras, es necio creer que el pasado fue mejor. Fue distinto en cuestiones externas, sin duda. En mi época los viejos teléfonos análogos eran un lujo que sólo los más afortunados del barrio disponían. Hoy cada persona en el mundo – casi – tiene un teléfono digital. Pero en cuanto a la condición humana, los tiempos fueron iguales.
Es inevitable que me pregunte cómo la gente joven ve el mundo, cómo lo va a manejar una generación que no lee, que no tiene paciencia, que no está dispuesta a sufrir rigores disciplinarios, que no reconoce verdades permanentes o ni jerarquías ordenadoras.
Es necesario profundizar el diálogo. Hubo una época en que me costaba mucho tratar con la juventud. Con el tiempo he llegado a entender que es por ahí donde hay que buscar la esperanza y el cambio.

(Este artículo ha sido especialmente escrito para la radio cristiana CVCLAVOZ)

 

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