Poco comprendido por los evangélicos de hoy a pesar del formidable impacto que tuvo en el cristianismo, el llamado Renacimiento del siglo 16 transformó para siempre al mundo occidental. Por casi mil años Dios había sido considerado el centro de la historia y de todas las cosas. A partir de esos nuevos días el hombre ocupó dicha posición en la filosofía, la política, el arte, la ciencia e incluso en la religión.

Con un Dios disminuido, el Renacimiento fue siguiendo su curso lógico derivando primero hacia el deísmo, luego hacia el vacío de Dios con el naturalismo, en seguida al existencialismo y finalmente a lo que se conoce como post modernismo. Distintos que sean los nombres todo tiene un solo significado: el ser humano está en el centro de todo. Aunque en el discurso no lo parezca el cristianismo también tuvo que aggiornarse y acomodar al hombre. Por una simple razón: para que no se vaciaran los templos. Mucha gente y mucha infraestructura dependían de la fidelidad y del bolsillo de la grey.

Miremos en el breve espacio que permite este blog cómo esto es así. Si uno examina los contenidos de la liturgia cristiana, su literatura, sus medios de comunicación y su intensa actividad social es posible comprobar que tiene a la persona humana como el centro de su interés. La salvación, la santificación personal, la sanidad, las buenas relaciones personales y familiares, el equilibrio psicológico y emocional, el buen manejo de las finanzas, la fidelidad al proyecto iglesia y a sus líderes, incluso una dieta sana y el cuidado del cuerpo son, por lejos, los temas principales de predicaciones, programas de radio y televisión, libros, congresos, cursos, charlas y conferencias.

Uno de los ejemplos más emblemáticos de la centralidad de este humanismo rebautizado se encuentra en las letras de las “canciones” cristianas: aunque se nombra a Dios, nueve de cada diez letras hablan de cómo yo me siento o cómo me sentía y cómo ahora soy feliz, me siento renovado, soy otro, estoy emocionado, tengo paz, etcétera.

No importa cuánto se argumente que el centro es Dios: todo gira en torno a la felicidad de los cristianos y la de aquellos que se conviertan a este cristianismo postmodernamente humanista. Sólo un acontecimiento de proporciones gigantescas podría volver a poner a Dios en el verdadero centro de la fe cristiana.

Personalmente, tengo serias dudas de que eso ocurra en nuestros días.

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