La inmortalidad del cangrejo es la suprema puerta de escape a la tierra del sin sentido, supone la más absoluta irrelevancia y constituye una obscena forma de perder el tiempo. Es el contenido de la mirada perdida en la ventana abierta y la bitácora vacía del viajero sin destino. Es el abandono de todas las responsabilidades fundamentales de la vida y la materia gris del dolce far niente.
La inmortalidad del cangrejo es la reflexión sobre la sublime levedad de la pluma en el aire, el discurso que suena bonito pero que no sirve para ninguna cosa, la imagen que es nada según la gráfica comercial de una gaseosa importante. Es la unificación de todas las cosas insulsas, insípidas e incoloras que componen la ocupación de la mayor parte de la ciudadanía y de la grey. Tiene la apariencia de combate conceptual de alta gama pero no resuelve ninguna cosa y no supera para nada el rating de la gala de “The Voice” o “Gran Hermano”.
La inmortalidad del cangrejo es el coffee break del más ancho pensamiento y la versión sonámbula de la reflexión relativamente bien intencionada. Es el Santo Grial de los exploradores del desgano y del tedio, la composición fundamental del aburrimiento.
Artistas, escritoras, filósofos, políticas, clérigos de todas las vertientes religiosas, conductoras de metro, pilotos de avión, secretarias ejecutivas, pasantes de la administración del estado, magistradas, policías, alumnas de secundario y candidatos a doctores de Harvard y una serie innumerable de otros seres humanos, en algún momento de sus vidas – algunos otros toda su vida –, se ven inmersos en la nube de la inmortalidad del cangrejo porque la vida es así. A todos nos toca en algún momento.
Por eso creemos que en la vastedad de respuestas dadas a la cuestión de por qué tan pesimista, la inmortalidad del cangrejo ocupó un lugar igualmente valioso al lado de las ruedas de carreta, el silencio de los corderos, el ruido de las motos, el dolor del siglo, el discurso irrelevante, la inutilidad de la palabra lateral y las noticias de las once.
Hasta donde este modesto bloguero puede recordar, la inmortalidad del cangrejo ha servido a generaciones para aliviar el peso de la existencia aunque sea por un rato y puede – nos parece – merecer un lugar en este espacio aunque ello provoque el más rotundo rechazo y la sincera indignación de la audiencia que pase por aquí sin proponérselo…

(La fotografía se titula “El baile del Cangrejo”)

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