En el principio era la palabra. Por ella fueron hechos los mundos. Era el misterio revelado de la vida y del amor, tanto así que se dejó romper pero volvió a vivir para instalarse de nuevo como posibilidad de redención, como promesa, como camino para los encuentros, como relato del tiempo y de las cosas humanas.
Entonces aparecieron los mundos virtuales de internet, los mensajes instantáneos, las redes sociales y los smartphones, y la palabra fue atropellada, recortada, empequeñecida, abreviada. Las generaciones atosigadas de información se volvieron a los ídolos de la imagen que atraviesa la vida a velocidades vertiginosas.

Y la palabra fue cayendo en el olvido…

Hace unas semanas envié un mensaje a más de quinientos asociados con el asunto “Solicita ayuda e información” presentando dos peticiones en forma relativamente breve; digo relativamente porque había que desarrollar un poco la petición de ayuda e información.
Las respuestas que logramos al final no representan más del 10% de los destinatarios. Eso por una parte. Por otra, la absoluta mayoría quienes han respondido expresaron su deseo de ayudar pero no dijeron una sola palabra acerca de la información solicitada, lo cual me hace ver que, con mucho, leyeron la primera parte del mensaje. Parece que eran demasiadas líneas como para hacerse cargo de ambos temas. Muchas “palabras”…
La solución inevitable es reducir al mínimo el contenido de los mensajes para obtener respuestas. Pero eso duele porque los destinatarios en cuestión son comunicadores cristianos. Personas que se proponen, que se han preparado o que cayeron en el campo de los medios de comunicación; lo que es más trágico es que son medios de comunicación que se supone tienen la misión de transmitir uno de los mensajes más potentes, más complejos y mas profundos de la realidad humana. Un mensaje que requiere el uso y el dominio maestro de la palabra para poder sonar con ventaja entre la estridencia y la chimuchina de miles y miles de otros medios competitivos y poderosos.
Más del cincuenta por ciento de los correos enviados fueron devueltos porque las direcciones ya no existen o tienen buzones llenos de mensajes. En otras palabras, nuestros comunicadores nunca nos “comunicaron” oportunamente que habían cambiado sus direcciones y así ayudarnos a mantener un contacto fluido y productivo con ellos.
¿Hay esperanza – suplico una respuesta – para la palabra entre nosotros, para quienes la misión es precisamente la Palabra?
¿O también está rota entre nosotros?

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