Una artista chilena presenta por estos días una instalación con imágenes de líderes políticos latinoamericanos asesinados y fotografías de documentos desclasificados de la agencia de inteligencia de los Estados Unidos que dan cuenta de la intervención de ese país en los procesos políticos y sociales de América latina en la segunda mitad del siglo XX.
En una reveladora entrevista la autora caracteriza la naturaleza y las consecuencias de las operaciones secretas de ese organismo en los gobiernos y procesos sociales de este continente. El reportaje incluye la fotografía de la primera página de un documento desclasificado que instruye cómo debe realizarse el asesinato de algún personaje público en Guatemala en los años 50.
Cuando uno mira y lee documentos de esa índole siente la pequeñez y la impotencia, el latigazo de la ignorancia en que vivimos. Sentimos, si tenemos algo de sensibilidad, el horror que provoca que potencias extranjeras, inmensas y poderosas corporaciones, ubicuos pero invisibles poderes económicos se asocien para mantener a todo precio su dominio sobre nuestra pequeña región de por acá como la llama Voluspa Jarpa, la artista que montó la instalación en comento.
Pero sobre todo enfatizo en la pequeñez y la impotencia. A veces bromeo con mis colegas cuando no hallamos – o no hay – solución a un asunto: “No somos nada”, les digo. En relación a lo que escribo hoy quiero significar con ello nuestra pequeñez. Oscuros intereses, negocios fraudulentos, el obsceno robo de la plata pública, el control de las grandes transnacionales sobre el clima político, económico y cultural, las mentiras y las caretas de los dirigentes de todos los ámbitos: ¿qué podemos hacer nosotros contra eso?
¿Qué podemos hacer con las revelaciones de los documentos desclasificados de la inteligencia estadounidense, los papeles de Panamá, las filtraciones de Wikileaks? ¿Cómo podríamos siquiera intentar articular algún tipo de acción si habría que leer cientos de miles de páginas de documentos, entenderlos, interpretarlos, compartir las conclusiones y sugerir cursos de acción para pelear contra semejantes gigantes? Eso, si hubiera alguna masa crítica de personas que quisieran efectivamente hacer algo.
Pero con la clase de ciudadanos y ciudadanas promedio que tenemos, victimados por un lado por la política reinante y narcotizados por otro por la fascinación hipnótica de la red, lo único que parece posible decir es: “No somos nada…”

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