Me agrada detener la ansiedad de los sonidos y las imágenes. Apago el televisor, el teléfono, el reproductor de música e invito al silencio a adueñarse del cuarto. Entonces es necesario permitir al cuerpo guardar respeto a ese huésped que tan pocas veces dejamos entrar y que tanto nos otorga. El silencio abre la puerta a la conciencia de uno mismo, a esa inmensa pequeñez que somos y que nos deja tomar distancia de nuestra contingencia, de nuestra absorbente inmediatez.
Hay quienes hacen este ejercicio para “acallar los pensamientos.” Para mí es al contrario. Busco la quietud para pensar con cierto reposo. Para pensar en el orden, en el tiempo y en los asuntos que yo quiero, no los que imponen el trabajo, la iglesia, las relaciones sociales, los medios. Siempre estamos en el lado de las consecuencias, de los efectos; tan pocas veces en el lado de las causas. Tan pocas veces originamos nuestras propias ideas. Raramente cuestionamos. Es tan infrecuente nuestra disposición a mirar las cosas en perspectiva.
Por eso siempre estamos necesitando guías, clarificadores y conductores. Por eso ese prurito de escuchar lo que otros dicen. Y por eso es que tantas personas están controladas, manipuladas por los sistemas que operan los poderes temporales. Por supuesto que es importante conocer otras fuentes. Pero rechazo firmemente que esas fuentes pretendan controlarme y decirme cómo tengo que hacer las cosas.
Pensar en silencio lo vivido, oído y visto me parece una extraordinaria manera de entender y ganar así libertad. Para la libertad de conciencia es preciso ganar conciencia de la libertad. Y esa conciencia viene de pensar. Después de ese ejercicio, la pasión y el entusiasmo hallarán su mejor expresión.
Tampoco se trata de pensar cualquier cosa. Toda la gente piensa, esté o no en quietud y silencio. En qué uno piensa tiene que ver con qué es lo que uno consume con los ojos y con los oídos y en qué temas uno ocupa esas habilidades. La conciencia no opera en un vacío; requiere ser abastecida, ser informada. Hay una importante radio de noticias en Chile cuyo lema es: “Quien no es informado no puede tener opinión.” Pero si no piensa, no discrimina, no analiza, no selecciona, no establece relaciones apropiadas entre todo lo que recibe como información, la opinión de esa persona será, ni más ni menos, la que los editores de los noticieros quieren que tenga.

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