Maldito el hombre que confía en el hombre” sentenció en un mensaje de voz un auditor que seguía nuestra conversación en el programa de los jueves. Estábamos tratando algunos de los problemas que observamos en la vida y la práctica de la gestión institucional cristiana.

Esas palabras me hicieron acordar de mi papá, que se enojaba tanto cuando oía a algún predicador decir “No me mire a mí, mire al Señor. La idea de estos comentarios es que uno tiene que pasar por alto las inexactitudes, las malas prácticas y la desidia de los predicadores y líderes en nombre de una mirada supuestamente más alta. Suena noble y bonito pero eso no es otra cosa que elevar la tontería al grado de doctrina pura.

Lo que está mal, está mal y hay que corregirlo. No me preocupa tanto lo que tiene que ver con la conducta personal del individuo; eso puede solucionarse tratando el problema puntual en privado. Lo dañino es que si las cosas mal hechas a nivel corporativo no se corrigen, van a sufrir muchas personas que creen todo lo que se les dice. Y más grave aún, va a destruir la misión que se pretende que la iglesia desarrolle en el mundo.

Es como cuando a una mujer que reporta que su marido – líder en la iglesia – ejerce violencia o abuso en la familia se le dice que “espere en el Señor”. A eso me refiero con elevar la tontería al grado de doctrina. Honrar a Dios no es condonar la maldad; al contrario, hay que confrontarla.

De nuevo, las cuestiones de orden personal se deben tratan en forma personal y ya. Pero si las malas prácticas de un individuo afectan a la comunidad de los creyentes y a su tarea en el mundo, entonces hay que confrontarlas y resolverlas.

Tal vez valga la pena preguntarse por qué Jesús fue tan severo con los representantes de la religión institucional – particularmente los fariseos – y tan compasivo y paciente con pecadoras y pecadores. Pero muchas instituciones cristianas hacen al revés: son pacientes con los que dañan el sistema y radicalmente críticos con el mundo.

Ironias de mi reino…

(Este artículo ha sido escrito especialmente para la radio cristiana CVCLAVOZ)

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