El pensamiento crítico como última frontera.
Cuando la cultura audiovisual, la velocidad, la inmediatez, la lectura abandonada y la ausencia de reflexión dominan el campo, no queda más reserva que unos pocos que, tomando el control de los medios en lugar de ser controlados por ellos, mantienen la perspectiva, la mirada panorámica, el juicio lúcido y el análisis documentado de la realidad.
No se trata de nostalgia por el pasado o el deseo de mantenerse a salvo en la memoria de las cosas viejas. Al contrario; la humanidad pudo progresar, cualquiera sea el significado de ese verbo, por miles de años, produciendo lo mejor y lo peor de la raza sin aparatos, sin internet, sin la parafernalia cibernética.
Esta es, claro que sí, una mirada atrevida: El mundo y la vida no se explican por los últimos treinta o cuarenta años de computadoras, teléfonos inteligentes y mundo virtual.
No hay nada que me parezca más arrogante que esos gurús y jovencitos creadores de las grandes empresas de internet y redes sociales que nos quieren hacer creer que ese mundo que ellos han inventado es el único mundo posible. Me niego rotundamente a aceptar tamaña infatuación. No es sino la misma infatuación de los imperios antiguos, de los creadores o descubridores de las fuentes de energía, de los filósofos que decían haber llegado al fin de todos los pensamientos.
En todas las épocas se han levantado las voces de hombres y mujeres que advertían a la multitud de la locura de los encantamientos de las nuevas ondas y de los alegatos de que ahora sí estábamos frente al súmmum de la inteligencia humana, en la cresta final de la historia.
Abogamos desde aquí por la racionalidad, por el cuestionamiento a las ideas subyacentes en las cosas que nos llegan a través de los medios, por el pensamiento crítico. Alguien tiene que mantener la cordura. Alguien tiene que asumir el desagradable rol de aguafiestas de la fanfarria del tiempo y decir que las cosas no son lo que parecen. Gente que apunte con entereza a los hitos de la historia para demostrar que no hay nada nuevo bajo el sol. Que los mil años de esto o aquello terminaron siempre en el lugar donde termina la soberbia humana: el fin de las utopías y el regreso a la realidad.
Por eso, con una candidez enorme, propongo aquí la vigencia del pensamiento crítico.

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