Los discursos rotos, las confianzas perdidas, los sistemas averiados. La ridícula brevedad de las cosas, los días repetidos, los cuerpos que acusan recibo. Los controles institucionales, la opresión aviesa, la tiranía de la legalidad. La corrección política, los convencionalismos niveladores, el imperio de la medianía. La ignorancia sacralizada, el dominio de los promedios, el striptease glorificado, la vida en la arena pública me gusta, no me gusta. La náusea de los lugares comunes, las frases que disparan las emociones, los himnos sagrados.
El tedio de las ceremonias, la banalidad de los sacrificios, los rituales predecibles. La estridencia de la fiesta interminable, el manoseo de las emociones, el expediente mediocre de banderas y pancartas. El atroz vacío de las palabras, la espectacularidad de los anuncios, el falso manejo de las estadísticas. Las acusaciones constitucionales, las querellas por injurias, las audiencias en tribunales, el patético show de las vestiduras rasgadas.
¿…y para qué poetas en tiempos de penuria?
Palabra perdida en el desierto. Tesoros inútiles en el mercado de las pulgas. Material sobrante en las subastas de los suburbios. Gritos ahogados en las estaciones del metro y los paraderos del colectivo. Afiches rasgados en los muros institucionales. Susurros ignorados en factorías e instalaciones fabriles. Confesiones inapropiadas en los escenarios del éxito sostenido. Debilidades del alma que desentonan en los templos de la vida victoriosa. Interpelaciones inoportunas, por qué no te callas, qué te pasa, hemos venido a celebrar.
No son tiempos de poeta.
Son tiempos de negocios millonarios, de candidaturas promisorias, del uso inteligente de las tecnologías de la información, de competir en el mercado de valores, de alcanzar los primeros lugares en las encuestas, de ganar adeptos, de cumplir las metas, de comprar barato y vender caro, de colocar productos en los mercados internacionales, de escribir best sellers al ritmo de uno por año. Son tiempos de jolgorio, celebraciones masivas, tomateras interminables, comilonas colosales. Son los días de la mayoría, de las tendencias globales, del interés nacional, de la patria gloriosa. Ahora es el momento de corifeos, comparsas, aduladores, cronistas empalagosos y periodistas de investigación vendidos al capital. Es la época de succionar la teta de la gran vaca, de aprovechar los tiempos que corren. Es la hora del cambalache y la picaresca.
No. No son tiempos de poeta.

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