Una anécdota cuenta que hace muchos años una familia europea  muy rica iba a celebrar el primer cumpleaños de su pequeño niño en la sala de su enorme mansión.

Empezaron a llegar los invitados y a medida que lo hacían se iban quitando sus abrigos, los mismos que eran llevados al piso superior para colocarlos sobre una cama en uno de los dormitorios.

Cuando casi todos los convidados habían llegado, se aprestaron para dar inicio formalmente a la celebración. La institutriz corrió escaleras arriba buscando  por todos lados y regresó con el rostro pálido, transformado por la desesperación: no podía encontrar al bebé por ningún sitio.

La búsqueda continuó por unos minutos que parecían siglos, hasta que alguien recordó haber visto al niño acostado en alguna de las camas bajo los abrigos de los invitados.

Era irónico: el principal objeto de la fiesta había sido olvidado y por poco destruido, pues se temía que el niño fuera encontrado asfixiado.

Muchas veces hacemos lo mismo en navidad, decoramos las casas de acuerdo a la época, compramos regalos, armamos arbolitos, cocinamos platos especiales y hacemos todo cuanto esté a nuestro alcance para tener una hermosa fiesta pero olvidamos al Niño. Con todos los afanes y preparativos, Jesús quien es el verdadero motivo de esta celebración, queda escondido y casi asfixiado por las cosas materiales.

Si bien muchos discuten acerca de la verdadera fecha del nacimiento de Jesús, lo importante es lo que recordamos hoy y lo que significó que Dios nos enviara a su único Hijo.

“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz”. Isaías 9:6

No permitas que las cosas terrenales le arrebaten el lugar al verdadero motivo de la Navidad.

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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