“Jesús viajó por toda la región de Galilea enseñando en las sinagogas, anunciando la Buena Noticia del reino, y sanando a la gente de toda clase de enfermedades y dolencias. Las noticias acerca de él corrieron y llegaron tan lejos como Siria, y pronto la gente comenzó a llevarle a todo el que estuviera enfermo. Y él los sanaba a todos, cualquiera fuera la enfermedad o el dolor que tuvieran, o si estaban poseídos por demonios, o eran epilépticos o paralíticos.” Mateo 4: 23.24 (NTV)

Es impresionante la actitud de todas estas personas que escucharon el mensaje de Jesús y vieron lo que Él hacía. No esperaron con los brazos cruzados a que llegara el milagro a sus seres queridos que necesitaban ayuda, al contrario, no tardaron en transmitirles lo que habían oído y los llevaron a Él.

No les importó la distancia que tenían que recorrer, ni el tiempo que tardarían en llegar a Jesús, simplemente la compasión y el amor que tenían por sus seres queridos los impulsó a emprender ese viaje. Ellos sabían que no era en vano llevarlos a Jesús, porque Él estaba sanando a todos los que se le acercaban.

¿Acaso tú no harías lo mismo si alguien de tu familia estuviera enfermo, sabiendo que Jesús es la única solución? ¿No le dirías que Jesús puede liberarlo si tan sólo se acerca a Él? ¿Serías tan egoísta que viendo su estado, pasarías de largo?

Tristemente muchas veces actuamos mal, vemos a nuestros familiares, amigos, personas en la calle con problemas, sin esperanzas, enfermos, adictos, etc. y no somos capaces de acercarlos a Jesús. Sabemos que  “Jesucristo nunca cambia: es el mismo ayer, hoy y siempre.” Hebreos 13:8. Y que sigue sanando, restaurando y dando vida a todo el que se le acerca, pero preferimos pasar de largo y los dejamos ahí con su problema.

Olvidamos que Jesús está en todas partes y que no es necesario recorrer largas distancias para que el enfermo o necesitado llegue a Jesús, sólo basta con compartirles del amor de Dios y de lo que puede hacer en sus vidas.

Pedro y Juan, estaban de camino al templo y en la puerta un hombre cojo y  necesitado les pidió dinero; entonces Pedro le dijo: «Yo no tengo plata ni oro para ti, pero te daré lo que tengo. En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y camina!». Una vez que le dijo eso, Pedro tomó al hombre lisiado de la mano derecha y lo ayudó a levantarse. Y, mientras lo hacía, al instante los pies y los tobillos del hombre fueron sanados y fortalecidos. ¡Se levantó de un salto, se puso de pie y comenzó a caminar! Luego entró en el templo con ellos caminando, saltando y alabando a Dios. (Hechos 3:1-11)

Hay muchas personas que necesitan de nuestra ayuda, si ves en tu familia, círculo de amigos o en el camino a alguien que necesita de Jesús, acércate, ofrécele tu apoyo y comparte el plan de salvación que Dios tiene para su vida.

Recuerda que nada de lo que haces para el Señor es en vano. (1 Corintios 15:58) y que todo lo que hagas por una persona, es como si  ayudaras a Jesús mismo. (Mateo 25:40)

Oremos:

Dios amado, te pido perdón por mi actitud equivocada frente a la necesidad de mi familia, amigos y personas en la calle. Perdóname por no compartirles de ti y de lo que puedes hacer en sus vidas. Por favor cambia y renueva mi corazón, lléname de tu amor que cuando vea la necesidad de las personas pueda correr y transmitirles tu palabra. Quiero ser como tú, siempre dispuesto a ayudar, en el nombre de Jesús, amén.”

 

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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