Cuentan que un jefe de una tribu escocesa cayó herido en la batalla de Sheriff-Muir. Cuando sus soldados vieron caer al jefe, vacilaron un momento dándole con esto una gran ventaja al enemigo.

El viejo caudillo al ver lo que acontecía, se incorporó y aunque la sangre manaba de sus heridas gritó: – No estoy muerto, hijos míos. Los estoy mirando, y espero que cada uno cumpla con su deber.

Estas palabras sirvieron de estímulo a los soldados, llevándolos a hacer esfuerzos casi sobre humanos.

Muchas veces, cuando las circunstancias son adversas y experimentamos el silencio de parte de Dios nos descontrolamos y bajamos la guardia, nos desanimamos y sólo esperamos a ver qué sucede sin ganas de hacer nada.

Sin embargo, Dios nunca ha estado alejado, Él permanece observándonos, viendo qué es lo que hacemos y cuánto confiamos en sus promesas.

“No temas ni te desalientes, porque el propio Señor irá delante de ti. Él estará contigo; no te fallará ni te abandonar”. Deuteronomio 31:8 (NTV)

Él prometió estar con nosotros, no abandonarnos nunca, entonces, ¿Por qué temer o abandonar una batalla?

Da pasos con fe, porque no se trata de lo que vemos sino de en quién confiamos. Pelea con todas tus fuerzas, da lo mejor de ti y cree en que Dios te dio esa victoria porque nunca te ha desamparado ni se ha alejado, por el contrario, te está observando esperando ver tu mejor desempeño.

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

Deja un comentario