Juliana tenía un íntimo y ferviente anhelo:  llegar a ser una actriz famosa. Por lo cual y para lograr esto, se presentaba en todos los castings que conocía para probar suerte. Su madre, sabiendo del sueño de su hija,  temía que ella presentara interés por algún casting que se publicitaban por internet. Estos prometían éxito y un mundo de ilusiones, pero lamentablemente muchas jovencitas terminaban desaparecidas. Sugerentes eran las recomendaciones que le daban a las aspirantes para presentarse al casting, debían necesariamente asistir solas, si no querían quedar automáticamente descalificadas.

Un día Juliana comentó con su madre que asistiría a uno de estos castings. Desbordaba de alegría y no paraba de imaginar los comienzos de una carrera que la llevaría a la tan anhelada fama. Para su sorpresa, la respuesta de su madre fue que le prohibía ir a ese lugar, porque implicaba mucho peligro para ella.

La jovencita luego de llorar y enojarse mucho con su madre, decidió ir al casting, desobedeciendo el consejo recibido.  Quizás el famoso “instinto de madre” fue vital en esta oportunidad, ya que sabiendo que Juliana iría de todas maneras, la siguió y llegó a tiempo para impedir que entrara.  A los pocos días, las noticias contaban acerca del hallazgo que había logrado  la policía local,  al desbaratar una poderosa red de trata de blancas. La joven al ver como las autoridades allanaban la oficina a la que ella había querido presentarse, abrazó a su madre, pidiendo disculpas por su rebelde e imprudente actitud.

Muchos nos parecemos a Juliana, cuando Dios en su amor,  trata de protegernos, nos enojamos con Él, llegando a pensar que quiere nuestro bienestar. Dios nos ama tanto que hasta nos dio a su único hijo para salvarnos ¿por que no va a querer que estemos bien?

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Juan 3:16

Dios conoce nuestros pensamientos, conoce todo de nosotros y sabe que es lo que nos conviene y que es lo que nos hará daño, pero si en vez de hacerle caso peleamos con Él y no lo escuchamos, podemos caer. Muchas personas que no obedecen a Dios, en su dolor dicen ¿Y dónde está Dios? ¿Por qué no me ayuda? ¿Por qué no me advirtió?

Sin embargo no se dan cuenta que Dios siempre estuvo ahí, solo que por su terquedad prefirieron hacer lo que su corazón les decía y ahora solo están sufriendo las consecuencias.

Si te has rebelado contra Dios y ahora estas sufriendo las consecuencias de tus malas decisiones, acércate a El, pídele perdón por tu rebeldía y de ahora en adelante sométete ante Dios, porque Dios no quiere verte sufrir sino verte feliz.

“Vengan ahora. Vamos a resolver este asunto dice el Señor, aunque sus pecados sean como la escarlata, yo los haré tan blancos como la nieve. Aunque sean rojos como el carmesí, yo los haré tan blancos como la lana. Si tan sólo me obedecen, tendrán comida en abundancia. Pero si se apartan y se niegan a escuchar, la espada de sus enemigos los devorará. ¡Yo, el Señor, he hablado!”. Isaías 1:18-20 NTV

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

Deja un comentario