Una  antigua leyenda árabe cuenta  que un día un  molinero  fue sorprendido por un camello que metió la cabeza por la puerta de la tienda en la  que estaba descansando y le dijo:

–           Afuera hace mucho frío, permíteme meter tan sólo las narices.

El árabe le dio permiso de hacerlo así, no le había hallado problema ni lo incomodaba que el animal metiera su nariz; sin embargo, pronto vio que el camello completo se encontraba dentro, lo cual no era muy agradable para el molinero,  quien comenzó a reclamar, alegando que la tienda  era muy pequeña para los dos.

–          Si tú estás incómodo puedes salirte; yo, por mi parte, voy a quedarme donde estoy- respondió el camello.

Lo mismo sucede con el pecado. Se presenta tímidamente, pidiendo un pequeño espacio y como lo vemos tan inofensivo le cedemos un lugarcito, pero después, cuando nos percatamos, ha tomado el control de nuestras vidas.

Nadie nació ni se hizo alcohólico o drogadicto de la noche a la mañana, una infidelidad no surgió de la nada, la adicción a la pornografía o al juego no aparecieron simplemente, sino que todos estos vicios y pecados tienen un momento en el que se les dio espacio porque parecían inofensivos y se creía tener el control de la situación.

No se necesita de mucho y nadie está exento de pecar, por algo dicen las escrituras, en 1 Corintios 10:12 (NTV),  “Si ustedes piensan que están firmes, tengan cuidado de no caer.”

Vidas, familias, sueños, trabajo de años, salud y muchas otras cosas más se han visto destruidas cuando se permitió que el pecado, al igual que el camello, meta la nariz y poco a poco se adueñe de todo.

¡Pero hay esperanza! Si reconocemos nuestra situación y corremos a los pies del Señor para pedir su perdón y ayuda, admitiendo que solos no podemos desalojar al camello que se instaló en nuestras vidas, Dios nos limpiará y fortalecerá para que podamos vencer y salir adelante.

“pero si confesamos nuestros pecados a Dios, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad”. 1Juan 1:9 (NTV)

No te desanimes, no importa qué hiciste ni los motivos por los que acabaste dándole espacio a ese huésped tan desagradable. Lo importante es que seas capaz de reconocer tu situación y necesidad de Dios.

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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