¿Sabías que aun después de ser salvo, el ser humano no puede tener una vida de fe continuamente victoriosa, en permanente crecimiento, a menos que siga creciendo en la Palabra por medio del ministerio del Espíritu Santo?

Y yo rogaré al Padre,  y os dará otro Consolador,  para que esté con vosotros para siempre.  Juan 14:16.

Cuando Jesús se encontraba en la tierra con sus discípulos, no era solamente su Señor que no les podía fallar, era el Consolador que los cuidaba, los alimentaba, los sanaba y los mantenía libres de los ataques del enemigo. Por eso, cuando los iba a dejar, los discípulos se sentían como huérfanos desconsolados. Ese protector y amigo fiel los estaba dejando. Ellos no comprendían la promesa.

Así como Cristo, caminaba, consolaba, guiaba, sostenía, fortalecía  y era amigo de los discípulos, así también el Espíritu Santo quiere ser con nosotros. Jesús dijo: para que esté con vosotros para siempre.

Muchos creyentes no se dan cuenta de que, así como no teníamos poder para hacer lo que es justo cuando nos hallábamos en pecado, de la misma manera, después de haber nacido de nuevo carecemos de poder en nosotros mismos para alcanzar la justicia y la santidad a menos que contemos con la ayuda poderosa del Espíritu Santo.

Los discípulos eran amigos de Jesús y caminaban con Él, ¿eres amigo del Espíritu Santo? ¿Le hablas así como los discípulos le hablaban a Jesús? ¿Permites que él te cuide, así como Cristo cuidaba a los discípulos? ¿Es el Espíritu Santo tu amigo así, como Cristo era amigo de los discípulos?

Tal vez sientes que no tienes una vida victoriosa, ni una fe que va creciendo día a día,  sólo tienes constantes caídas, debilidades y  muchos problemas. El Espíritu Santo quiere ayudarte así como Cristo ayudaba a los discípulos.

Es tiempo de reflexionar sobre cómo esta nuestra relación personal con el Espíritu Santo.

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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