Conocí a una señora que tiene un hijo que es pastor, me contó que cada vez que lo ve en el púlpito predicando, no puede dejar de llorar y darle gracias a Dios por el milagro que hizo en él porque recuerda cómo era su vida años atrás.

Él era un joven a quien le gustaba mucho las fiestas y cuando se encontraba con sus amigos bebía mucho. Cada vez que él salía de su casa, lo primero que su mamá hacía era ponerse de rodillas y pedirle a Dios que lo cuidara, que lo trajera de vuelta sano y salvo. Fueron muchas noches de desvelo y días de clamor, pero ella jamás perdió la fe y la confianza en Dios, pues estaba totalmente convencida de que Él estaba obrando en la vida de su hijo y de que llegaría el día en el que él confesaría con sus propios labios a Jesús como su único Señor y Salvador.

Cada vez que el pastor cuenta su testimonio, también da gracias a Dios por la vida de su mamá porque si no hubiera sido por ella, hoy en día, él no estuviera sirviéndolo. Fuero la perseverancia en sus oraciones y su testimonio, los que lograron que él dejara el estilo de vida que tenía y decidiera servir a Dios por completo.

Posiblemente tu también estés orando y clamando por la salvación de un ser querido, te animo a que no te des por vencida(o), no hay caso perdido para Dios; Él está escuchando cada una de tus oraciones y conforme a sus planes, obrará en el corazón de esa persona que hoy se niega a reconocer que lo necesita en su vida. Que nada ni nadie te impida seguir intercediendo por él o ella, porque las personas que más se rehúsan a escuchar el evangelio, después, son las más apasionadas en el servicio a Dios.

Confiar en Dios es estar totalmente seguro de que uno va a recibir lo que espera. Es estar convencido de que algo existe, aun cuando no se pueda ver. Hebreos 11:1 (TLA)

¡Tú has lo posible, Dios hará y se encargará de lo imposible!

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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