Los profesionales de la mercadotecnia han establecido una serie de leyes por las cuales regirse para ejercer bien su tarea y para tener resultados óptimos.

Una de estas leyes es la de la percepción que dice: “El mejor producto nunca será el que mejor se venda si no está dentro de la percepción del consumidor.” En otras palabras, no importa que tantas buenas cualidades tenga un producto, si no está en la mente del consumidor nadie va a comprarlo.

Esta es una verdad en el mundo de los negocios, por eso no es extraño ver cómo productos con mejores cualidades que sus competidores están muy por debajo en las cifras de ventas y muchas compañías, usando publicidad, tratan de cambiar la percepción en la mente del consumidor.

Esta batalla se libra con palabras. Cuando éstas llegan a imponerse en la mente de una persona pueden llegar a hacer creer a un Don Quijote que los molinos de viento, son gigantes.

La biblia nos relata una historia de cómo unas cuantas palabras pueden llenar de temor al hombre.

Saúl, estando al frente del ejército israelí los llevó para enfrentar a los filisteos. Ambos bandos estaban sobre unos peñascos y en orden de batalla, separados por un valle llamado Ela. Cuando de repente, salió del campamento filisteo un gigante llamado Goliat empuñando una  lanza y muy protegido con una armadura de bronce.

Pero todo ese espectáculo era sólo para intimidar, lo que realmente asustó al ejército de Israel fueron las palabras que dijo:

“¿Para qué os habéis puesto en orden de batalla? ¿No soy yo el filisteo, y vosotros los siervos de Saúl? Escoged de entre vosotros un hombre que venga contra mí. Si él pudiere pelear conmigo, y me venciere, nosotros seremos vuestros siervos; y si yo pudiere más que él, y lo venciere, vosotros seréis nuestros siervos y nos serviréis. Y añadió el filisteo: Hoy yo he desafiado al campamento de Israel; dadme un hombre que pelee conmigo.” 1 Samuel 17:8

Estas simples palabras lograron cambiar la percepción de la situación porque Israel no era un pueblo desamparado, era el ejército de Jehová quien en muchas ocasiones, les había entregado la victoria en batallas mucho más disparejas.

Al pasar algunos días apareció en escena David, un muchachito que decide enfrentar a éste gigante.  Cuando se vieron frente a frente, continuó la guerra de palabras amenazantes entre ellos. 1  Samuel 17:44-46

Lo llamativo es que durante todo ese tiempo, no hubo nunca un encuentro cuerpo a cuerpo, un enfrentamiento de espadas o de habilidades de batalla. Sólo un cruce de palabras.

Al terminar las amenazas, el enorme Filisteo se puso a correr a la línea de batalla igual que David quien tomando una piedra de su bolsa, la tiró con su honda e hirió de muerte al gigante quien cayó estrepitosamente al suelo para luego ser decapitado. Sin duda, Dios le dio la victoria a David, mucho antes del enfrentamiento físico.

Cuando nos toca enfrentar un problema, siempre harán eco palabras negativas en nuestra mente. Éstas tienen un sólo fin, cambiar la percepción de quién es Dios en tu vida, de dónde te ha sacado y hasta dónde se puede extender su victoria sobre cualquier circunstancia.

Cuando tenemos una batalla por librar; existe una maravillosa oportunidad para ver cuán grande es Dios y que no tarda en extender toda su gloria sobre tú problema, o simplemente podrías resignarte a una derrota.

La percepción en la mente hace la diferencia. ¿Le estas creyendo más a Dios o a tu problema?

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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