¿Qué valor puede tener una palabra? ¿Podría afectar nuestro entorno para bien? Sea al inicio o al cierre de la jornada laboral, una expresión verbal puede alegrarnos la vida.

En muchas ocasiones decimos los buenos días o las buenas tardes automáticamente cuando llegamos o salimos de un lugar.  Algunas veces las personas no corresponden el saludo que hemos ofrecido.  La realidad es que impresiona ver a un ser humano en la recepción de una oficina y que no tenga la cortesía de expresar un saludo de bienvenida o despedida al público que se acerca a ella.

Una conducta antiprofesional muy común en consultorios médicos, estudios legales, comunidades de fe, academias, negocios y otros lugares públicos.  Tal vez para controlar nuestra insatisfacción, podríamos pensar que la persona encargada de recibir la llegada de la gente está pasando por un mal momento o una difícil situación.

Hoy, tuve una experiencia de gozo y otra de susto o espanto.  Durante la mañana antes de llegar a mis funciones en CVCLAVOZ, decidí entregar una mercancía útil para una organización que la recibe y con ella ayudan a otros.  Al momento de la despedida, la señora que recibió el contenido de mi parte dijo: “Dios le bendiga”. Asombrado al escucharla y ver su sonrisa, le respondí instantáneamente la misma bendición oral.

Al subirme a la camioneta, encender el motor y dar marcha a mi trabajo, iba pensando y disfrutando la experiencia de escuchar una voz que deseaba que Dios me bendijera.  Creo que esas palabras me prepararon para el inesperado suceso en la tarde, donde casi me impacta otro automóvil cuando iba de camino a buscar a mis hijas en el colegio.  Nunca había escuchado un “pitón” o “bocinazo” tan cerca a mi oído.  El sonido repentino me alertó y me ayudó a reacción para evitar un posible accidente mortal.  Estoy convencido que el “Dios le bendiga” de la mañana fue el amortiguador divino que impidió un trágico resultado en la tarde.

Aun sigo creyendo que un “Dios le bendiga” puede cambiar para siempre la vida de alguien.  Así lo descubro en el Antiguo Testamento, donde el pasaje bíblico en Números 6:24-26 afirma que Dios desea bendecirnos y cuidarnos: “Que Dios te bendiga y siempre te cuide; que Dios te mire con agrado y te muestre su bondad;  que Dios te mire con agrado y te llene de paz”. (TLA)

De ahora en adelante volveré a la práctica de incluir en mi saludo cotidiano esta poderosa afirmación… “Dios le bendiga”.

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¡Lo mejor de la vida para ti y los tuyos!

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