Una de las ironías más grande de la vida es ser  admirador(a) o seguidor(a) de personalidades famosas que no conocemos personalmente.  Miles se dedican a conocer sobre la vida de su artista preferido por causa de los medios masivos de comunicación.  Coleccionan fotos, reseñas en medios impresos, autógrafos, camisas, discos y hasta boletos de los eventos donde han asistido.

En la era digital e informática, las plataformas sociales nos permiten verlos y sentirlos muy cerca aunque sea  en una pantalla de televisión, un computador, una tableta o un teléfono móvil.  Muchos viven apasionados de la trayectoria de sus artistas y hacen lo imposible para lograr acceso a ellos.  Se proponen conocer el itinerario de sus giras musicales.  Viajan a los países donde se presentarán sus conciertos o sus conferencias de prensa para anunciar sus actividades. Hacen reservaciones en  hoteles y restaurantes cerca del hotel donde saben estará hospedado su famoso ídolo.   Los llamados “fans” o “seguidores”,  en la gran mayoría de los casos comen, visten, hablan, actúan, reaccionan y leen todo sobre ellos o como ellos.

Sin restar merito por la lealtad que puedan merecer las personalidades de la música, de la literatura, el cine, el deporte,  y el entretenimiento en general, la realidad es que en la mente de los artistas y famosos no queda el mínimo recuerdo de sus  histéricos  “fanáticos”.  Es una realidad limitada a la admiración nada más,  a pesar de que  los artistas son famosos y millonarios por causa del fanatismo de sus seguidores.

Por otro lado, también en el mundo eclesiástico no faltan las “personalidades sagradas” que disfrutan  la adulación de sus “divinos seguidores”.  Los encontramos congregaciones, en ferias, en conciertos, en congresos, en seminarios y hasta en las redes sociales por supuesto.  Un momento, sé que hay excepciones, sí, pero muy pocas.  Cuando enciendo canales de televisión, frecuencias de estaciones de radios, o enlaces en el internet, puedo ver que muchos “famosos del Reino” hablan de Jesús pero sin reclamar absoluta devoción para el Rey de reyes y Señor de señores.

Seguir a Jesus es más que un persuasivo  mensaje, una inspiradora canción o una declaración profética que reclama dominio aquí y ahora.  Requiere más que eso.  Implica estar dispuesto a dejar nuestra propia avaricia y ambición, por causa de seguirlo a El.  Exige un desprendimiento de nuestra naturaleza egocéntrica y dominante para menguar por causa de Su nombre.

Hace unos días me encontré con la historia del pastor peruano Rómulo Sauñe.  Este “Seguidor de Jesús” murió asesinado a plena luz del día por un terrorista integrante del Sendero Luminoso en 1992.  Fue acusado de engañar a la gente por predicar el mensaje del evangelio de Jesús y sentenciado a muerte por dedicar su vida a traducir la Biblia al Quechua-Ayuacucho.

¿Alguien recuerda la vida del pastor Rómulo?  Al menos en el cielo celebraron su muerte y hoy miles pueden imitar su valiente devoción de amar y perdonar a sus verdugos hasta en el momento de caer abatido por los disparos.

La trayectoria del mártir peruano Sauñe debe persuadirnos a desear ser un “Seguidor de Jesús”.CVCLAVOZ

Puedes ver todo lo que hacemos en El Antivirus apretando aquí: http://cvclavoz.com/shows/el-antivirus/chat-antivirus/

¡Lo mejor de la vida para ti y los tuyos!

Deja un comentario