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De naves y galaxias

Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana…
Ponía la cabeza debajo de la almohada, me cubría hasta la frente y dejaba los ojos afuera. Con las cobijas me tapaba el rostro para que quedara solamente un pequeño espacio donde podía mirar el techo de la habitación en penumbras. Eso constituía el visor de mi nave espacial, un transporte intergaláctico completamente indestructible que podía navegar lo mismo en la superficie del sol que en las heladas planicies de Neptuno. No viajaba a la velocidad de la luz sino a la del pensamiento. Podía estar en cualquier lugar del universo según yo quisiera. Dentro de mi nave era invulnerable. No tenia frío, había aire suficiente, estaba seguro. Nada ni nadie en el mundo podía hacerme daño.
Esa fue mi fantasía cada noche antes de dormir durante algunos años de mi niñez. Hay veces que intento reconstruir ese momento y no puedo por dos simples razones: una, porque me siento ridículo; la otra es porque aprendí hace tiempo que semejantes imaginaciones no sirven para protegerse de la realidad. Así que con el tiempo fui construyendo otras naves un poco más posibles para eludir la mordida del dolor y la soledad de adentro. Bien temprano supe que la sensibilidad era una peligrosa condición en el mundo de los materialistas, los prácticos y los ganadores. Así que protegido por mis vehículos defensivos me fui construyendo hasta hoy.
Eso ha dado la impresión a algunos de que he logrado todo lo que quería y que eso me hace indolente e insensible hacia quienes sienten que tienen nada o muy poco. La ironía está en que eso es lo que parece pero no lo es. Esos “logros” no son más que naves imaginarias que tienen la particularidad de ser percibidas y que licúan un poco a mi alrededor la dura materia del dolor.
Uno no le gana a eso. Nada más aprende a negociar con él día a día; se inventa ropajes, máscaras, idiomas y… naves intergalácticas. En ciertas estaciones, sale un ratito de adentro para ver si hay por ahí alguna atmósfera respirable, algún abrazo redentor, tal vez el final del viaje. Tal vez el fin de los artificios y las esperas. Tal vez, la paz.
Bitácora de vuelo: Día 22.697. 02.05 AM Tiempo Universal Coordinado.

Benjamín Parra Arias

Hay otros universos alrededor nuestro. Contenidos, significados, códigos diversos. Sobre todo, vidas intensamente reales. Espejos donde nos vemos tal cual. Imaginaciones, sueños, broncas, esperanzas, crónicas y memorias...

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