“No estamos haciendo de internet una extensión de nuestros cerebros; estamos dejando que reemplace nuestra capacidad de pensar”.
(Nicholas George Carr, premio Pulitzer estadounidense)
Estas palabras están citadas en un artículo semanal de don Julio Petrarca, Defensor de los Lectores del diario Perfil de Argentina.
Incluye don Julio otra cita que pertenece a Umberto Eco, una admonición a uno de sus nietos un poco antes de morir:
“La memoria es un músculo igual que los de las piernas. Si no lo ejercitas, se atrofia y te conviertes en un discapacitado mental. Es decir, un idiota”.
Así que parece evidente que existe una estrecha relación entre memoria, pensamiento e internet.
Cuando estaba en la universidad la novedad era que los profesores nos permitían usar una calculadora para el examen de Estadística aunque, advertían, tendríamos diez minutos menos que los chicos que no las usaban. Justo, me parece.
Desde entonces, y luego con la llegada de los teléfonos celulares, fuimos perdiendo la habilidad de hacer operaciones aritméticas simples o recordar números telefónicos sin apoyo de aparatos.
Tanto cambiaron las cosas que hoy se considera algo así como un “crimen” pedagógico pedirles a los escolares que memoricen, que tomen dictados o que hagan una copia diaria a mano.
Así nos ha ido.
Menos del 50% de las personas comprenden contenidos de relativa complejidad (instrucciones para armar un mueble modular, instalar un equipo electrónico o preparar una suspensión antibiótica).
Prácticamente desapareció la noción de comprensión de lectura, la redacción de documentos simples o hacer una presentación oral.
No es mi intención aquí abominar de internet o de los teléfonos celulares. Han resuelto enormes dificultades de trabajo y comunicación.
Lo que no han logrado es mejorar la calidad de la comunicación entre las personas y, lo que es más grave, han reducido peligrosamente la capacidad del pensamiento crítico y del análisis.
Es interesante constatar que muchos jóvenes continúan leyendo libros y nos apresuramos a celebrar eso.
Lo triste es que constituyen un magro porcentaje y pocos tienen la capacidad de ofrecernos un resumen o una reflexión de lo que han leído.
Leer continúa siendo uno de los mejores modos de entrenar la memoria y el pensamiento. Sea en papel o e-books el libro continuará otorgando un espacio para imaginar, observar, preguntar, discutir y sobre todo disfrutar de la belleza de pensar.
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