La pasión y la pertinencia pueden ser vistos como complementarios y también como contrapuestos. En la ciudad donde vivo se atribuye un alto valor a la pasión con que uno hace las cosas. No es sólo en mi ciudad, por cierto, pero ahí percibí la importancia que se le da a esta actitud de vida.
Se celebra a las personas que rindieron su vida haciendo algo que cambió para bien a miles de personas, que transformaron la cultura o que abrieron nuevos caminos. Al morir, los panegíricos hacen referencia a esta intensidad de vivir.
“Los griegos no escribían epitafios. Tras la muerte de uno de ellos tan sólo preguntaban: ¿tenía pasión?”
Línea de la película Serendipity, 2001
Así que este tema parece ser antiguo. Vamos a hacer algunas consideraciones al respecto e intentaremos establecer un vínculo entre pasión y pertinencia.
La motivación para esta reflexión sobre pasión y pertinencia me ha venido porque he visto y leído en los últimos días acerca del fallecimiento de importantes personajes de la historia contemporánea: activistas de los derechos de la mujer, actores y actrices de renombre, líderes cristianos de larga trayectoria y políticos, entre otros.
Escuché decir en una ocasión que una cosa es hacer las cosas correctamente y otra es hacer la cosa correcta. En el campo de la estrategia empresarial se habla de la diferencia entre eficiencia y eficacia: una es hacer bien las cosas y la otra es hacer lo que hay que hacer.
Es decir, uno puede estar haciendo algo bien, correcta y apasionadamente, pero puede no ser necesariamente lo que hay que hacer.
¿Por qué sería importante esta diferencia? Por una razón muy simple. Hay personas que han influido grandemente en la historia de la humanidad, actuando con gran pasión, pero que han hecho un enorme daño social.
Pensemos en el epitafio del cardenal francés Richelieu (1568-1642): “Yace aquí el gran cardenal que hizo en vida mal y bien: el bien que hizo, lo hizo mal; el mal que hizo, lo hizo bien”. ¡Seguramente tuvo mucha pasión para vivir!
Sin embargo, la pasión puede hacer un gran servicio a la humanidad cuando alimenta el fuego del bien, de la libertad y de la justicia. Sin duda, se pueden encontrar incontables ejemplos de personas que hicieron con gran pasión cosas que aliviaron el dolor, mejoraron el sistema público, deleitaron a las multitudes, salvaron vidas.
En lo personal me atrae notablemente la gente que actúa con pasión, pese a mi pasada cultura religiosa. En ella, se considera la pasión como algo negativo. Se habla de las “pasiones” de este mundo, dejando entrever que se refieren al sexo, la fiesta, el juego y el desenfreno. No es ésa la pasión a la que me refiero.
Lo que quiero decir es que dar la vida por algo que uno ama, por lo que uno sufre, por lo que uno espera, es algo que la hace digna de ser vivida. Entonces, ojalá que el tema de la pasión sea algo que haga bien a las personas y al mundo. Ahí es cuando son complementarias la pasión y la pertinencia.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.
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