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Memoria del olvido

Un rayo de luz. Una ventana iluminada. Una mañana fresca. Un día promisorio. Un futuro posible. Una espera llenita de posibilidades. El comienzo de un viaje sin boleto de vuelta. Todos los recursos dispuestos sin seguros comprometidos. El prospecto de recuperar el tiempo perdido. Reestrenar la inocencia. Perfumar de lavandas la habitación del olvido.

El cansancio de la decepción. Los chantajes apenas perceptibles. La imposición del miedo. Los juicios sin misericordia. Las prioridades desarticuladas. Las frustraciones inconfesadas. La frialdad de los abrazos. El desapego de las tradiciones y las exigencias de la comunidad. Las ganas de no tener más ganas. El deber en lugar del querer.

Las palabras escritas que consumieron el tiempo. Las palabras habladas en el desierto. El monólogo triste. Las obligaciones financieras y sus odiosos recordatorios. Las charlas de café. El transporte público y la multitud en el centro de la ciudad. Los trámites, las consultas al médico, las llamadas pendientes. Las invitaciones declinadas.

Las ganas de volver a tener ganas. El reclamo de la piel. Los residuos de la pasión. Las ansiedades emergentes. El reparo de los cuerpos cercanos. Las ansias retenidas. La noche de brazos abiertos. De nuevo la madrugada que entra por la ventana. La mirada anhelante. Las frases inconclusas.

Eso fue. La vida sin miramientos. El reto de existir. Los años, a veces, pasan en vano y cobran la factura con recargo por atraso. La belleza y la miseria del ser. Todas las posibilidades y todos los miedos. Otras veces, los años son benignos y en lugar de cobrar te regalan un inesperado y hermoso bonus track.

La palabra escrita, cada vez más atribulada, rehén de la tristeza acumulada. El abandono del púlpito y el alejamiento de la banca. La enseñanza que resbala cada vez más por la cabeza inclinada de la persona cibernética que mira la pantalla del smartphone. El desinterés definitivo por las construcciones afectivas. El último rincón de la vida, con Netflix, los libros y el periódico del domingo.

El resto de la vida que sucede no más. Intensa, interesante, violenta, singular, atroz. Anduve por muchos caminos, visité muchas ciudades, conocí mucha gente, aprendí muchas cosas y olvidé no sé cuántas.

Así fue. Eso fue. Ya fue.

(Artículo escrito especialmente para la radio cristiana CVCLAVOZ)

Benjamín Parra Arias

Hay otros universos alrededor nuestro. Contenidos, significados, códigos diversos. Sobre todo, vidas intensamente reales. Espejos donde nos vemos tal cual. Imaginaciones, sueños, broncas, esperanzas, crónicas y memorias...

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