Este espacio comenzó como un “paralelo” independiente. Luego fue propuesto como un lugar para la literatura y finalmente, después de otros ajustes en la plataforma, terminó como una propuesta de opinión. De este resultado aprecio dos cosas. La primera, que no sea un lugar “mío”; comparto tribuna, aunque no muy seguido, con otros contribuyentes. La segunda, que sea de opinión. Eso me proporciona una agradable libertad de movimiento.
Advertí desde el principio a la audiencia que leería estas líneas que éstas no tenían pretensiones devocionales ni doctrinales. Dije también que no era un recurso de autoayuda espiritual, tan en boga por estos rumbos. Siempre hice hincapié en que era una columna de opinión. Y la opinión, perdón por la rareza de la expresión, es “opinable”; es decir, la audiencia puede discrepar, ignorar y despreciar, o bien apreciar, disfrutar y compartir las expresiones vertidas aquí. Son puntos de vista; no me interesa dictar cátedra sobre ningún tema, aunque no me limito en la variedad ni el carácter de lo que escribo.
Cuando reviso los casi setecientos artículos publicados en estos años debo admitir que en algunos de ellos sí hubo, desgraciadamente, algunas expresiones que pueden calificarse de pretenciosas, injustas o desafortunadas. O directamente ignorantes. Si es que alguno de ustedes las recuerda, les solicito sinceramente disculpen el yerro. A veces el entusiasmo – o la tontería – supera a la prudencia.
Pero sin solución de continuidad reivindico la independencia de estos comentarios. Independencia de obligaciones institucionales, de las indispensables reverencias a los principales señores, de las formas impuestas sobre cómo se debe entender la cultura de los cristianos y de lugares comunes, correcciones políticas y convenciones semejantes.
Cuento – todavía – con la anuencia del director de este proyecto y en retribución a esta inapreciable confianza, reconozco un límite y lo respeto lo más que puedo: la naturaleza de este sitio que supone cuidar el lenguaje y la imagen.
Algunas personas deben haber resentido que haya incluido en la categoría de opinión las “Meditaciones impertinentes”. Admito que fue una licencia amparada en la idea que es una opinión absolutamente mía y no de la institución. Pero como en política, fútbol y economía, en la interpretación de la Biblia todos suponemos tener el entendimiento verdadero. Así, muchas más personas son afectadas por mis impertinencias bíblicas que por mis comentarios sobre las buganvillas y mis noches de insomnio, razón por la cual “opino” que deben ser canceladas inmediatamente.
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