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Sesenta y cinco

Llegó la hora. El almanaque (o calendario en mi país) dio vuelta la hoja y cumplí sesenta y cinco años.

Primero:

Entonces me corresponde la jubilación. Hemos hecho el trámite pertinente, firmado los papeles fundamentales y entrado sin pena y sin nada de gloria al llamado sector pasivo de la sociedad.

Ni tanto. De pasivo sólo me quedan algunas deudas. Y algunos deseos que solían ser más activos; hoy se repliegan como los gatos viejos que hacen los movimientos exclusivamente necesarios.

Segundo:

Las cosas no eran tan así. Los hechos han ido demostrando la arrogancia de nuestras convicciones y afirmaciones sobre el mundo y la vida.

Estábamos seguros de todo y nos sorprendía tanto que los demás no lo estuvieran. Eran, según nosotros, ignorantes y poco comprometidos.

A veces pienso qué bueno fue que no nos conocieran tanto. Habríamos hecho daño a mucha más gente con nuestras declaraciones y artilugios intelectuales.

Interludio:

Nos aburrimos de dar información. Nos cansamos de dar explicaciones. Nos hartamos de construir justificaciones.

Ya fue, qué le vamos a hacer. No queremos seguir llorando sobre leches derramadas – literalmente.

Tal vez sirva de algo decir que no procuramos el daño de nadie pero igual lo causó. O tal vez no sirva de nada.

Tercero:

Nuestra progenie. Las hijas. Los hijos y las hijas de las hijas. El Uri tiene veinte años y era ayer no más que apuntaba con el dedito a la televisión y gritaba: “¡Amané…! porque era el instante en que comenzaba la teleserie Romané.

El largo camino a casa, el tiempo que transitamos en peligro, la locura de todo.

Cuarto comentario:

No vamos a escribir ningún libro más. No vamos a abrir una cuenta social. No vamos a reintentar nada. No vamos a pronunciarnos a favor ni en contra.

Pero sí vamos a seguir intentando regresar al río, a la montaña, a la nube, la lluvia y todas esas cosas que ustedes ya saben porque las he mencionado hasta el cansancio. Como los viejos que repiten sus historias: “¿Te conté de aquella vez…?”

Postludio:

(Literalmente, “después de la representación, del juego”).

Será que es eso. Los primeros indicios de que todo es después. Todo es post. La mayor porción de la mente está compuesta de antes y así fue.

Los libros. Las clases de teología apofática; basta de cuestiones propositivas y aproximaciones racionales. Un poco de incertidumbre hace falta. El diario del domingo. La dieta. Las caminatas.

En definitiva, a esperar haciendo.

Benjamín Parra Arias

Hay otros universos alrededor nuestro. Contenidos, significados, códigos diversos. Sobre todo, vidas intensamente reales. Espejos donde nos vemos tal cual. Imaginaciones, sueños, broncas, esperanzas, crónicas y memorias...

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