El campamento Beraca tiene más de 20 años operando en Montevideo, Uruguay. Miles de jóvenes se dan cita en un espacio de 27 hectáreas de largo, dividido en partes. La experiencia es única, y depende mucho de las posibilidades que tengan los jóvenes, ya que algunos se hospedan en cabañas y otros en tiendas de campaña al aire libre.

La labor evangelista sucede desde dentro a pesar de que hay talleres diarios y predicas con conciertos al aire libre todas las noches. Sin embargo aproximadamente los 1,500 jóvenes que asisten se dividen en grupos de quince y un líder los motiva a compartir experiencias del pasado que han herido sus corazones y que han formado patrones dañinos en su vida.

Esa es la parte interna.

La externa los lleva a jugar fútbol, disfrutar la piscina y compartir al aire libre con cientos mas. Chicos y chicas descubriendo quiénes son y a veces, descubriendo su propósito.

Encontré uno de esos chicos sentado en medio del predio frente a la plataforma. Estaba buscando testimonios para compartir con nuestra audiencia y vi un joven solitario (la mayoría está en grupos) sentado, leyendo un libro de Benny Hinn. Me acerqué, me presenté y le dije que me gustaría saber qué le había llevado al campamento. Me contestó de forma tímida:

–Si tú me ayudas preguntándome lo que quieres, lo puedo hacer.

Me senté en el piso para estar más cerca, y mi camarógrafo, el genio argentino Yonathan Adamchuk, hizo lo mismo. Sostuve el micrófono cerca y apreté el zoom que estaba recibiendo el audio. Deivis empezó a hablar.

–Yo estaba mal, en drogas, robándole a mi padre para alimentar el vicio. Herido porque ni él ni mi hermano me dijeron nunca que yo era alguien, nunca me dijeron que me amaban. Estaba tan mal, y alguien me invitó a un hogar de Beraca…

Deivis contó que su proceso llevaba 2 años, pero que había dejado atrás las drogas, se había reconciliado con su familia y estaba buscando el propósito de Dios para su vida en esta nueva etapa. Actualmente está dentro de uno de los hogares que mantiene el ministerio donde los jóvenes trabajan en diferentes áreas como la carpintería, panadería, jardinería, trabajando con metales y otros. A cambio, tienen pastores líderes supervisándolos y ministrándoles sanidad en diferentes áreas. Reciben casa, comida y muchos terminan siendo después de un tiempo pastores líderes de estos mismos hogares que les abrieron las puertas en un momento de crisis y necesidad.

Deivis habló sin parar, nunca tuve tiempo de preguntarle, o dirigir la entrevista. Habló de su corazón sin parar. Terminó diciendo:

–Hoy sé que Dios me adoptó como su hijo y me ama, y si Él me adoptó como hijo, yo también lo voy a adoptar a Él como Padre.

Pienso que, con este conocimiento del amor y la adopción de Dios, el futuro de este joven está seguro.

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