Uzías tenía dieciséis años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén cincuenta y dos años. Su madre era Jecolías, oriunda de Jerusalén. Uzías hizo lo que agrada al Señor, pues en todo siguió el buen ejemplo de su padre Amasías. 2 Crónicas 26:3-4 (NVI)

Cuando empecé a leer la historia de este personaje llamado Uzías, pude recordar que a Dios no le importa la edad, raza, sexo, o condición física para hacernos parte de su obra.

¿Puedes imaginar a un adolescente de 16 años gobernando tu país? ¿Cuál sería tu reacción? Quizá muchos dirían: ¿Qué hace un personaje tan joven en la silla presidencial? ¿Será superdotado? ¿Qué podría aportar alguien como él si ni siquiera terminó el colegio y menos la Universidad?  

Y podemos seguir con las interrogantes, porque estando en esa etapa aún hay inestabilidad en las emociones y en la forma de pensar, pero Dios no termina de sorprendernos al hacer cosas increíbles cuando nosotros decidimos abandonarnos en sus manos y permanecer en Él hasta el final.

Así lo hizo con Uzías, lo escogió para reinar al pueblo de Judá, porque pese a su edad y a las miles de tentaciones y debilidades que en su momento quisieron desenfocarlo, decidió hacer lo correcto ante los ojos de Dios.

Y mientras el Rey buscaba a Dios, su respaldado iba con él, pero en el momento que dejó de hacerlo y permitió que su corazón se llenara de soberbia, su reinado comenzó a fracasar. Ya no había una comunión directa con Dios, empezó a hacer lo que mejor le parecía. Así como un día se le ocurrió entrar al templo para quemar incienso, y cuando el sacerdote Azarías y ochenta de ellos más, le dijeron que no le correspondía hacerlo, su corazón se llenó de ira contra ellos y en ese momento la lepra comenzó a brotar en su frente lo cual lo hizo indigno para permanecer en ese lugar, por lo que tuvieron que sacarlo.

Es interesante observar que cuando hacemos lo correcto ante los ojos de Dios y decidimos depender de Él (Como lo hizo Uzías aun principio) nuestras vidas comienzan a prosperar y nos sentimos victoriosos porque quien pelea cada batalla por nosotros, es Dios, pero también es posible que de repente algo no marche bien, porque no sentimos su respaldo en lo que hacemos y hasta pensamos que Dios se ha olvidado de nosotros.

Si algo similar te ha sucedido, este es el momento en que debes reflexionar si lo que estás haciendo es lo correcto ante los ojos de Dios. Él está interesado en bendecirte, pero es importante que analices cuáles son tus prioridades. Quizá es importante recordar este Proverbio:

»Solo dos cosas te pido, Señor; no me las niegues antes de que muera: Aleja de mí la falsedad y la mentira; no me des pobreza ni riquezas, sino solo el pan de cada día. Porque teniendo mucho, podría desconocerte y decir: “¿Y quién es el Señor?” Y teniendo poco, podría llegar a robar y deshonrar así el nombre de mi Dios. Proverbios 30:7-9 (NVI)

¿Estás preparado para recibir las grandes bendiciones de Dios haciendo lo correcto ante la presión o la tentación?

Por Ruth Mamani

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Artículo producido para Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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