Los libros que escribí, esas piezas de museo” es una frase que va a aparecer alguna vez en la red social que uso por estos días.

Es que no tengo otro pensamiento acerca de los libros que he escrito. No son malos (no adolezco de falsa modestia). Lo que pasa es que el que era cuando los escribí ya no soy.

El que fui entonces era mucho más indocumentado de lo que soy ahora. Lo sigo siendo, por supuesto, pero ahora tengo menos inocencia. Soy más escéptico. Dejé de creer algunas cosas. Empecé a creer en otras diferentes.

Eso suele espantar a quienes operan desde la firmeza de ciertas convicciones adquiridas hace mucho. A mí no me sucede tal cosa.

Escribí “Impresiones” en 1994. En 1999 me despaché con “Entrelíneas”. Cuando los miro hacia atrás encuentro que el primero era definitivamente ingenuo. El segundo era arrogante.

Me había prometido no publicar nada más. Lo que sí he hecho ha sido escribir innumerables notas de prensa, apuntes de clases y artículos para diversos blogs.

Hace un año compilé una serie de temas que dicto en las Jornadas de Capacitación de CVCLAVOZ bajo el título de “La palabra en su laberinto”. La rendición se ha debido a que muchas personas que me aprecian insisten en que esas cosas deben ser publicadas en bien de una cierta audiencia. Si se mira bien, no es una publicación muy original.

Se me ha ocurrido por la misma razón que debería publicar una selección de los artículos que escribo aquí. El tema por el momento está en estudio.

¿En qué sentido considero piezas de museo aquellos libros que escribí hace tanto? En que son una fotografía mía de hace 25 años.

Un cuarto de siglo es demasiado tiempo el pensamiento y la memoria. Si eso no hubiera cambiado no los consideraría una pieza de museo porque yo seguiría afirmando lo mismo. Creería que son vigentes. Pero eso sería la triste evidencia del congelamiento del ser. Yo mismo, junto a esos textos, sería una pieza de museo.

No pasa lo mismo con el poema. Es eterno. No está atrapado en la circunstancia. Habla a las personas de todos los tiempos. Por eso debe ser que la mayor parte de la profecía bíblica está escrita en forma de poemas. Se mantiene actual.

Eso me parece a mí, al menos…

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