La sutil arruga del calendario, ese testigo implacable. “Usted se ve joven todavía”, con ese “todavía” que – observa Benedetti – suena como una sentencia.
La hojarasca de los desencuentros que cruje bajo los pies cansados.
La experiencia que no le sirve a uno porque la vida del otro es otra, así de simple.
Las palabras que en el tiempo se han perdido.
Ese nunca más que igual volvió a pasar. Ese siempre que duró unas semanas.
Las lealtades, esas viejas lealtades que no resistieron el peso de la mente turbada y de las distancias imprescindibles.
Toda aquella parafernalia de discursos, proclamas emocionadas y compromisos solemnes que no alcanzaron a la hora de las esperanzas.
Las dudas tenaces sobre los viejos asuntos y las convicciones recientes que también van a morir en el altar del “así es la vida”.
La persistencia del esqueleto como precaria evidencia del ser que éramos.
Esas ganas de irse y la comezón de regresar. Recoger todo y mudarse para volver a armar todo de vuelta.
El aeropuerto, la terminal de ómnibus, la estación del tren, el camino, el viaje impenitente. Esa paradoja de costumbre y desapego con espacios y lugares. La esquiva adquisición de un lugar en el mundo.
Las ilusiones perdidas.
La creciente adversidad entre el deseo y las realidades del cuerpo. Los sofisticados procedimientos para detectar sus inclementes y poco elegantes asuntos.
La creciente intolerancia a las cosas que siempre fueron parte de la vida. El imprevisible humor de glándulas, conductos y mecanismos corporales.
La cruda constatación de la suma de los días.
La persistencia de la memoria, la patente fidelidad de sus registros: lo querido, lo tenido, lo perdido, lo retenido, lo abandonado, lo deseado, lo detestado.
A veces se cosecha lo que nunca se sembró; otras veces, en vez de frutos abundó maleza y cascajo.
Personas, motivos y sensaciones remotas aparecen de repente en el sueño intranquilo con su rémora de nostalgias, abrazos y miedos.
La esperanza, que nunca parece aprender lecciones, reverdece alguna mañana y perfuma un poco los días.
Una frase ingeniosa, un cumplido inesperado, un agradecimiento tardío endulza de tanto en tanto las cosas.
A veces, los viejos lugares, los sitios de antes, algunas personas queridas alisan un poco la agreste superficie de los años.
30 de Noviembre.

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