Me contaron de alguien lo agradecido que estaba que Dios había respondido sus oraciones y había hecho que el huracán que afectó a la península de la Florida se desvió y no pasó por su ciudad. No pude evitar pensar en los cristianos que oraron en la otra orilla para ser librados y no lo fueron. ¿A quién le respondería Dios – si es que Dios se ocupara de responder a estas interpelaciones?
Personalmente no creo que estas rogativas sean apropiadas. Es raro imaginarse a cristianos orando para que Dios haga algo en su beneficio y que perjudicaría a otros; en favor del argumento supongamos que algunos creyentes oraron para que el huracán se disolviera en medio del mar.
Me acordé de la historia de esos dos hermanos de la fe que oraban fervientemente para que ganara su equipo favorito, uno por el Colo Colo y otro por la Universidad de Chile. Sé que a algunos les puede sonar un poco superficial la cosa y les haga pensar que el autor de estas notas no tenía algo más consistente que escribir hoy.
Pero no despidan la cuestión muy rápido. Hay gente cristiana que realmente cree que Dios les ha librado de algo que finalmente resultó en daño para otros – incluso creyentes. La lógica detrás de esta suposición es que Dios sabe librar a los suyos. Si bien al verso invocado tiene validez dentro de otros contextos y con otros sentidos, ha sido usado por mucha gente cristiana sobre la base de que Dios se ocupa de ellos en desmedro de todos los demás.
Y claro, esta idea encuentra sustento en la convicción que nuestra gente tiene de que a Dios lo único que le importa son “sus hijos” y que a los demás puede perfectamente caerles un rayo sin mayores consecuencias para el reino. Y que las únicas cosas importantes en la vida son las que tienen que ver con el evangelio.
Es un pensamiento noble afirmar el valor de aquellas cosas. Pero la vida cristiana también comprende el mundo que nos rodea, con sus ingentes problemas humanos, relativos a la política nacional e internacional, la economía, los movimientos – y sufrimientos – sociales, la cultura y el medio ambiente.
Solía decir mi difunta madre que “a nadie le falta Dios”. Siento que tenía razón… a pesar de nosotros.

(Este artículo ha sido escrito especialmente para la radio cristiana CVCLAVOZ)

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