La peor maldición que nos ha acarreado la técnica es la de impedirnos huir, ni que sea por un momento, de la actualidad. Las generaciones anteriores, en momentos de calamidad, podían refugiarse en la soledad y el aislamiento; a nosotros, en cambio, nos ha sido reservada la obligación de saber y compartir al mismo instante el mal que ocurre en cualquier parte del globo.
¿No es cierto que este párrafo es tan actual que pudo haber aparecido en la sección editorial de un periódico de nuestras ciudades este domingo por la mañana? Pero no es así. Fue escrito por Stefan Zweig hace ochenta y cinco años en su obra mayor El mundo de ayer. Una vez más, lo que cambia son los instrumentos, las herramientas; las características de la condición humana sigue indemnes. Las así llamadas redes sociales multiplican hasta la náusea una actualidad que reproduce veloz y masivamente toda clase de contenidos. Pero la sensación es la misma que sintió Zweig hace casi un siglo: estamos abrumados, ahítos de actualidad.
Quizá la diferencia sea que el autor austríaco se refería más que nada a noticias de la guerra, de la política, la economía y la cultura que aparecían en periódicos y radios. En cambio la actualidad de hoy es un pandemónium de fotos de actividades personales (comida, viajes, noviazgos, chismes) e informaciones que no tienen ninguna importancia vital para el curso de los tiempos. Es el abultado residuo de una época sin pasado y con un incierto futuro.
Acabado ya el libro de Zweig, me he embarcado en la lectura de un grueso volumen titulado Historia del Siglo XX de Eric Hobsbawm, historiador británico. Acabo de encontrar unas palabras que se complementan con las de Stefan Zweig:
…(U)no de los fenómenos más característicos y extraños de las postrimerías del siglo XX… En su mayor parte, los jóvenes, hombres y mujeres, de este final de siglo crecen en una suerte de presente permanente sin relación orgánica alguna con el pasado del tiempo en el que viven.
Por una parte, la generación actual vive en medio de una actualidad abrumadora que no discrimina entre los asuntos realmente importantes y el feroz desperdicio de tiempo online. Por otra, mantiene a la gente ajena al análisis del pasado, condición imprescindible para entender el tiempo actual y disponer de elementos de juicio que permitan pensar el futuro con algún grado de precisión.

Deja un comentario