El tiempo en la semilla, en el vientre de la mujer, en el ciclo de los planetas, en las horas del día, en las estaciones del año, en el capullo de la futura mariposa.
El tiempo en la novela que se escribe, en las antiguas cartas que se esperaban por semanas o meses, en los viajes que parecían interminables en el barco o en el tren, en las memorias de las familias, en los rencores anidados en el rincón más oscuro del corazón.
El tiempo que sin apuro va formando huesos y nervios, que va cambiando el semblante de niña a mujer, que se estaciona en la mente de los viejos, que se detiene en los amarillos registros de las fotografías, que convierte en piedra los que se supone debía borrar.
El tiempo que alarga en la luz, que se reduce en la oficina de Dios, que le hace bien a los asuntos de algunas personas y que destroza los planes de otras.
El tiempo que mata esperanzas, que confirma los pactos antiguos, que a veces parece un siglo, que a veces no es más que un suspiro al aire de la tarde, que se esconde en los pliegues de la piel de los viejos, que resbala perfumado por la piel de los niños.

Nos queda nada más la pregunta: ¿Existe el tiempo en realidad? ¿Es materia, es territorio concreto? ¿O es que somos nosotros, la vida, las cosas las que se van deteriorando, envejeciendo, trasladándose de un lugar a otro, dando vida a los sueños o destruyéndolos en un limbo innombrable?
“No tengo tiempo”, dice la gente. Y cada vez que los aparatos, los vehículos y los sistemas se hacen más veloces, menos tiempo tienen. Porque mientras más tiempo se “ahorra”, mas cosas hay que meter dentro de él.
Bombo Fica, un excelente humorista de mi país, cuenta este chiste: “¿A dónde vas?” le pregunta un hombre a su amigo que pasa velozmente al lado de él; “No sé”, le responde, “pero estoy apurado”. Usa este cuento para referirse a la locura que parece haberse adueñado de los transeúntes en el centro de la ciudad.

Que el tiempo y el destino detengan su camino decía una antigua canción. Una aspiración imposible pero agradable y romántica…

(Este artículo ha sido escrito especialmente para la radio cristiana CVCLAVOZ)

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