Oigan esto, los que explotan a los menesterosos, y arruinan a los pobres de la tierra, diciendo: ¿Cuándo pasará el mes, y venderemos el trigo; y la semana, y abriremos los graneros del pan, y achicaremos la medida, y subiremos el precio, y falsearemos con engaño la balanza, para comprar los pobres por dinero, y los necesitados por un par de zapatos, y venderemos los derechos del trigo?

(Amós 8:4-5)

Como en tantos otros temas, nos apresuramos a decir que hay notables excepciones. En el gran mundo de los negocios y en el almacén de la esquina hay dueños buenos y generosos. No nos referimos a ellos.

Proverbios 20:14 dice: El que compra dice malo es, malo es; más cuando se aparta, se alaba. Este es un pequeño gran registro del carácter del comerciante aleve: ¿Por qué dice que es malo? Para pagar un precio menor. ¿Por qué se alaba? Porque luego lo va a vender a un precio mayor. Está bien marginar un porcentaje en la venta. Lo malo es haber hecho trampa a quien se lo compró. Así, la mayor parte del margen que obtendrá es un lucro inicuo.

Amós se refiere a los grandes negociantes cuyo interés no es el bienestar de la gente a la que deberían servir. Como en tantos otros asuntos, los más perjudicados son siempre los pobres; por eso van como van las palabras de Amós. La gente pudiente no será nunca la que sufrirá; de algún modo van a conseguir lo que necesitan. Los que quedan afuera de esta lógica de avaricia son y serán siempre los pobres.

“Achicaremos la medida (o abarataremos costos con materia prima inferior o produciremos en Asia a precios ridículos) y subiremos el precio. Otra vez, si estas prácticas no resultaran en daño a personas ni en precios injustos, podrían ser aceptables.

Cuando uno examina la historia a la luz de los profetas y las del Nuevo Testamento (bajo cualquier luz honesta en realidad) reconoce que las guerras y las hambrunas que ha padecido el mundo son producto de la avaricia de las grandes corporaciones que manejan los combustibles, que construyen las armas, que administran la producción de alimentos, que manejan el agua y muchos otros rubros imprescindibles.

Amós concluye de un modo esperanzador: Jehová juró por la gloria de Jacob: No me olvidaré jamás de todas sus obras.

Nosotros tampoco deberíamos.

Deja un comentario