“…el Quinto Elemento era el amor.” Aunque suena como cliché de utilería, la película que lleva el mismo nombre intenta aportar su versión a la antigua idea de que el amor es una potencia objetiva y no solamente un sentimiento íntimo que trastorna, para bien o para mal, la vida; aire, tierra, agua y fuego forman parte de ella pero aparecen en el cuadro sólo como materia. La fuerza que le da sentido a la existencia es este asunto cuya definición toca los extremos de la sublimidad y la explicación científica.
Miremos a ésta un poquito ya que tanto se ha escrito y dicho sobre aquélla. En las palabras de la doctora Beatriz Literat:
El enamoramiento es el resultado de una serie de combinaciones de sustancias químicas que se producen en el cerebro y que se distribuyen a través del sistema circulatorio y nervioso, produciendo respuestas biopsicoespirituales… Sustancias como la oxitocina, la testosterona y la dopamina, claves en el enamoramiento, necesitan un estímulo sensorial constante para permanecer en el organismo, si no, al paso de los meses terminan diluyéndose en la sangre.
Puesto así, el amor, elemento que aparece como imprescindible en la vida, no tendría solución de continuidad alguna con la materia: es más de lo mismo. Por cierto, la mente perceptiva ve grandes diferencias entre enamoramiento y amor. El enamoramiento sería un estado fugaz, loco, aparentemente incontrolable que ahoga, inspira, enmudece, sublima todo. El amor sería una cuestión más intencionada, con un mayor componente racional, constante, abierto, comprometido, maduro. Si esta segunda cosa es así, me da la impresión que la mayoría no posee este vital elemento.
El amor que aprendimos es siempre condicionado. Siempre busca lo suyo. Se maneja con premios y castigos para conservar sus adquisiciones. Amenaza, reprocha, regatea, vigila, sospecha, cela. Posee en lugar de liberar. Limita en lugar de abrir puertas y fronteras. Oculta, maneja, teme el latigazo feroz del rechazo a la hora de los escrutinios y la rendición de cuentas. Disfruta del momento presente pero se angustia por no tener la garantía de la permanencia.
Debe ser por eso que la mayoría prefiere el estado infantil del enamoramiento y cuando este se extingue en la sangre, según las palabras de la doctora Literat, va en busca de otro viaje que aporte una buena y nueva dosis de oxitocina y dopamina. A lo mejor se trata – y es lo que creo en realidad –  de que el amor está demasiado sobrevalorado.

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