Estoy cansado de que me pregunten por qué no me limito a predicar el “evangelio sencillo. Se tiene que predicar el evangelio sencillo de modo que sea sencillo para la persona a la cual se hable, o de lo contrario no es sencillo.

(Francis A Schaeffer, El está presente y no está callado)

 ¿Por qué escribes tan complicado? ¿Cuál es el objeto de tus notas a veces oscuras y raras que nadie entiende? Así me interpelan a veces algunos críticos bienintencionados sobre éstas y otras participaciones mías en la esfera pública. Les molesta el lenguaje y mi casi nula inclinación a celebrar los “gozos y victorias de la fe”.

No lo hago porque no veo muchos verdaderos gozos a mi alrededor. Y no me refiero a los cómodos y agradables ambientes del templo sino a la cochinada gris (recita Pablo Neruda en Barrio sin luz) de las ciudades, su violencia, su miseria, su maldad multiplicada desde la cúpula del poder hacia abajo.

Y por otra parte porque no veo muchas victorias de la fe. Retirados hace siglos de los asuntos públicos, de la acción y de la responsabilidad social, los creyentes han cedido el campo a otras victorias que no son de la fe por lo cual de tanto en tanto convocan a marchas y oraciones públicas para combatir algo que ya perdieron hace rato.

Volvamos al evangelio “simple”. ¿Creen en verdad los cristianos que los problemas de la cultura contemporánea son simples, de tal modo que algunas plegarias, unas santas convocaciones y unas canciones buena onda van a resolver?

¿Cómo proponen confrontar el enigma de la corrupción en las esferas de la política, la justicia, la economía? ¿Cómo planean específicamente desatar los nudos de la pobreza ¿Qué estrategias tienen pensadas para romper las cadenas de la opresión, las dictaduras y la violación de la libertad?

La idea de que si cambia el corazón de la gente va a cambiar la sociedad ha demostrado históricamente no sólo ser ingenua sino inexacta. La masiva presencia de creyentes en muchos países no los ha cambiado para bien.

¿Ayuda la oración? ¿Ayuda la predicación tradicional? ¿Ayuda la asistencialidad – el café caliente para las chicas de la calle en las noches de invierno? Sí, y mucho. Pero el drama de nuestra sociedad requiere de acciones más complejas y comprometidas. Para ello, los buenos deseos y las palabras buena onda no alcanzan.

Así de simple.

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