De la imaginación de las criaturas primigenias vino a la luz esa medida, ese antojo de atrapar en las jaulas del entendimiento el flujo de los días, el capricho de las mareas, los modos de la luna. Había que descifrar el código del clima, de los tonos de las hojas y del misterio de los hijos que venían del vientre de las mujeres a poblar la aventura de la vida. Era importante diseñar el mapa de los días que despertaban ardores y anhelos en la sangre, de los tiempos en que se buscaban desesperadamente unos a otras, de las edades en que aparecían líneas sensibles en el cuerpo y el cansancio se instalaba entre pecho y espalda.

Las horas dan vida a la ilusión de que el tiempo pasa cuando en realidad somos nosotros los que pasamos. A nosotros nos acontece ese tránsito que a veces es un viaje maravilloso y otras una jornada dolorosa, no pocas veces tedio como tarde de domingo, como deberes que ya no queremos cumplir.

Hay horas que pasan demasiado rápido y ningún conjuro las puede retener; horas en que estuvo abierta de par en par la puerta de los deseos, la risa y respuestas inesperadas a preguntas que nunca supimos que existían dentro de nosotros. Hay otras horas que son una procesión en cámara lenta, una letanía de palabras y gestos que sabemos de memoria, un agotamiento invisible que se mete en los huesos y en la mente y no termina más; crónicas de la rebeldía congelada, de la rabia que tenemos por no poder largarnos de una vez por todas, del miedo a equivocarnos sin remedio.

Hay horas que atesoramos porque en ellas fuimos libres; no teníamos miedo y estábamos embriagados de alegría y esperanza. En esos instantes bendecidos hicimos las cosas que queríamos hacer y encontramos el camino. Por supuesto – por supuesto – hay otras horas que quisiéramos borrar del cuaderno de la memoria o que al menos no nos dolieran más, porque allí tropezamos con todo, equivocamos los gestos y dijimos palabras estúpidas; lastimamos a seres preciosos y herimos a quienes nos querían bien.

De todas las horas que hemos vivido son éstas, las de ahora, las que más importan, porque hay vida por delante; todavía podemos hacer lo que queremos hacer, es posible que esta vez no erremos.

Es posible…

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