Había preparado un artículo titulado “El redentor” para publicar hoy. Lo pensé como complemento a una entrevista radial en CVCLAVOZ.

Pero buscando cierto libro que necesitaba, hallé este texto de Angeles Mastretta titulado “La emoción de las cosas”. Y no pude evitar la sugestión de convertir la frase en un tema para este viernes. El otro artículo saldrá, espero sin falta, el próximo lunes.

La emoción de las cosas. Son demasiados estímulos y habrá que elegir algunos. Los espacios para estas cosas que la mente práctica considera inútiles siempre son pequeños.

La emoción del tiempo. Esos largos espacios en los que iba a la biblioteca a buscar información para el trabajo de investigación sobre la fotosíntesis. El silencio de la biblioteca. El libro que no se podía llevar a casa así que había que hacer las notas ahí. Y seguramente volver un par de veces más hasta terminar el proyecto.

Tiempo para entender, para reflexionar sobre lo leído. Proponer reacciones y respuestas al texto. Escribirlo a mano. Presentarlo en la clase. Tiempo.

La emoción del paisaje. Los álamos en la tarde, los eucaliptos y sauces a la orilla del río. Las nubes que van cambiando de color en el atardecer. El lago al amanecer con un manto de niebla que flota y se desplaza lento a ras del agua. Les crepúsculos que no se pueden explicar porque se ahoga uno de asombro.

Las montaña, la nieve. El valle allá abajo alfombrado de viñas en enero, el enjambre de insectos iluminados por el sol de la tarde.

La emoción de aprender y de saber. Leer libros, ver películas, escuchar historias de ancianas y ancianos que rememoran otro siglo. Encontrar fotografías antiguas, mirar un puente de madera que tiene cuatrocientos años. Hallar en la sección de usados ese libro que leímos hace más de cincuenta años.

La emoción de recordar. Oficio que uno descubrió que así como consuela también nos explica el presente. Nos ofrece el relato de nuestros orígenes. Nos acerca a la esencia de las cosas.

El perfume inolvidable de un cuerpo sedoso, aquel espacio secreto donde uno nació y murió y volvió a nacer en unas horas. Una canción que le puso música y palabras a un momento central de la existencia. Una mirada que cambió todo. Un grito que no salió de la garganta. Unas lágrimas que nadie advirtió.

La emoción de las cosas…

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