“Estaba boca arriba en la cama, todavía atontada y sin haber acabado de ensamblar su personalidad diurna, y el mundo parecía ondularse a su alrededor, gelatinoso e inestable… Tomó la tozuda decisión de no abrir los ojos hasta que la realidad no cobrara su firmeza. En ocasiones regresar a la vida era un viaje difícil.” Así se siente en la mañana Zarza, la protagonista de El corazón del Tártaro de Rosa Montero.
Comencé a leerlo hace un par de días y la frase me pegó. Alguien me habló una vez de las sincronías, esas cosas que pasan y coinciden justo con otra de la misma índole. Lo menciono porque constato más seguidamente que levantarme se ha ido convirtiendo en una pequeña gran batalla.
Es verdad, a la mayoría de la gente le cuesta un poco – o mucho – levantarse en la mañana para encarar el día. No me refiero a ese lugar común. Es aquel otro, el del tiempo enorme que ha pasado en la vida de uno y que va cobrando progresivamente sus facturas, algunas de ellas con recargo por no pago en la fecha de vencimiento. Ese dolor absolutamente indefinido que no parece estar en el cuerpo sino más adentro. Cuando le dolía la cabeza, una primita mía solía decir: “Me duele la mente.”
Es algo así. Es como que te duele la vida y esa sensación no es apropiada ni oportuna para empezar el día. La rutina de mirar el reloj, beber el último poquito de jugo de naranja del vaso y levantarse al baño. Siempre igual. A veces la espalda, otras veces la rodilla, a veces el pecho.
Que me falta ejercicio, que estoy deprimido, que me falta actitud ganadora, que me hago mucho la cabeza, que estoy mal con el Señor. Esas cosas me dicen con la idea – me imagino – de ayudarme. ¿No hay alguien por ahí que diga simplemente “Te entiendo” o que guarde discreto silencio? Es difícil. El tiempo reclama que uno esté rozagante, entusiasta, feliz, confiado, asertivo, fresco, liviano, emprendedor, agradecido y así, sucesivamente. Y las personas sienten esa incontenible responsabilidad de llevarme a sitios menos oscuros y alentarme. Se agradece…
Pero eso no quita que regresar a la vida se vaya haciendo más difícil con los años.

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