Estudié en el secundario en los días en que uno debía leer en el texto original los clásicos del Siglo de Oro español y los libros del boom latinoamericano. Para presentar un trabajo de investigación había que ir a la biblioteca y como no existía la fotocopiadora debíamos tomar notas de los libros consultados, redactar, pasarlo a máquina y luego exponerlo frente al curso. Estábamos – felizmente ahora pienso – obligados a trabajar con la palabra.
En la actualidad la palabra sucumbe ante el imperativo de la brevedad impuesta por la velocidad de la vida y el requerimiento feroz de la pantalla de los teléfonos para reducir la extensión de los mensajes. No se puede predecir si es éste el estadio final de la pérdida de la palabra o todavía deberemos presenciar mayores recortes.
Pero no es sólo la brevedad lo que se ha ido imponiendo en la vida sino también la pérdida de profundidad que naturalmente la acompaña; es un arte muy difícil decir algo inteligente en diez palabras. Así que proliferan mensajes profusamente adornados con viñetas y colores donde se transmiten ideas que difícilmente resistirían diez segundos de análisis. Uno de muestra: “Si no dijéramos a veces cosas estúpidas, nunca se haría algo realmente importante”. La conclusión – falaz por decir lo menos – es simple: las cosas realmente importantes provienen únicamente de cosas estúpidas. Es asombroso cómo tanta gente viraliza – para usar un neologismo del internet – estas cositas como si se tratara de la máxima sabiduría del día. De esto hay hasta el hartazgo en el mundo del deporte, de la política, de la farándula y por supuesto en el de la religión. Ideas-resumen que tienen la misteriosa capacidad de hacer creer a la gente que al leerlo han incorporado una importante masa de verdad a sus vidas.
Participé una vez en un simpático – aunque breve – debate radial con un joven nativo digital y que titulamos pretenciosamente como “Conocimiento construido y conocimiento instantáneo”. En realidad el conductor del programa quería proponer que era lo uno o lo otro, pero concluimos que se trataba más bien lo uno y lo otro. Fue, confieso, una indulgencia de mi parte ya que mi tendencia es creer que la instantaneidad del conocimiento que aporta internet a través de recursos tales como Google, Wikipedia y El Rincón del Vago reduce enormemente el proceso de construcción necesario para que ese conocimiento se incorpore y acreciente el entendimiento.
Litigios que sólo el tiempo resolverá para bien… o para mal.

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