Los momentos de paz que encontramos a veces no son más que conflictos, apenas disimulados.
(Takeshi Kovacs, Altered Carbon, Netflix)

Es un lugar común afirmar que las películas – las series más recientemente – las canciones, las obras de arte son una representación del flujo cultural. Pero tienen también un rol activo: nos muestran y promueven nuevas formas de entender y vivir el mundo. Es decir, son proféticos en ambos sentidos: describen e influyen.
Esta frase recogida en un episodio de la serie mencionada me sugiere otras ideas parecidas. Hace un tiempo escribí aquí Costosa paz donde mencionaba una frase de Ingrid Betancourt: Hay que envejecer para apreciar la paz. También recordé esta línea de una canción de Pablo Milanés: A todo dices que sí, a nada digo que no para poder construir esta tremenda armonía que pone viejos los corazones. Finalmente, un concepto que escuché del tío Carlos hace muchos años: paz armada.
¿Qué tan real es la paz que a veces decimos que tenemos? ¿Cuánto de eso no es más que, al decir de Kovacs, conflictos apenas disimulados? ¿O silenciosos acuerdos que no son acuerdos sino un recurso para construir alguna armonía en lo que nos queda de vida?
Alguna vez pensé – por poco tiempo sin duda – que olvidar sería un posible camino para alcanzar algo de sosiego. Pero no olvidamos. Podemos trabajar algo los sentimientos para que no nos afecte el recuerdo. Pero olvidar, jamás, me parece.
¿A cuánta paz podemos aspirar en realidad? ¿Hay una paz perfecta, completa? Hay quienes dicen que es posible con la sanidad interior. Otros con meditación, con mindfulness, con yoga o con medicamentos. Es posible lograr cierto equilibrio con estas técnicas, creo. Pero dudo mucho que sea una plena paz. Estamos demasiado inmersos en un mundo que nos tironea por todas partes: relaciones, trabajo, dinero, compromisos sociales, responsabilidades familiares, la misión. Todo es combate, refriega, forcejeo.
¿Qué ofrece Jesús cuando dice, La paz os dejo, mi paz os doy? No creo que sea un estado de sosiego completo. De otro modo no agregaría que no se turbe nuestro corazón ni tenga miedo; es decir, sí va a haber cosas que nos van a complicar la tranquilidad. Pero de algún modo es una paz que no descansa en nuestras posibilidades o en las explicaciones que nos demos respecto de nuestros asuntos.
Una paz armada, una paz combativa, una paz en ropa de trabajo.

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