Ya ejercí demasiado el acto de estar sentado dentro de un auto mirando los más bellos paisajes… en países remotos. Esa forma de viajar me deja un vacío, es como si toda aquella belleza que en el momento me exalta, con el correr de los días pasa a ser un recuerdo efímero, casi vano.

(Francis Mallmann, Permanecer, el verdadero valor de viajar, La Nación Revista)

Muchas personas me hacen ver la suerte que tengo de haber viajado por muchos lugares y haber “visto tanto”. Efectivamente, uno conoce una diversidad de sitios, percibe diferentes aromas, experimenta variados climas, texturas, lenguajes y formas de ser.

Pero como Francis Mallmann describe tan bien, con el tiempo todo eso se va dejando por ahí y se transforma finalmente en artículo de trastienda entre libros, aparatos, cuadernos, lámparas y alfombras en desuso, todo cubierto de polvo y tiempo.

Ha habido lugares en lo que sí pude permanecer un tiempo y entrar en algunos espacios interiores. Nunca un extranjero puede penetrar el círculo más íntimo de una cultura; tendría que haber nacido y vivido ahí una buena parte de la vida al menos.

He observado también que cuando uno permanece un tiempo en un lugar va descubriendo cosas que no nota al principio. Algunos usos del idioma como “¿Me prestas estito un rato?” o “Yo no le dije nada pero”. En la mesa le sirven a uno gallo pinto, causa rellena o café con almojábanas. En otros sitios la llave del agua es la canilla, la notaría es la escribanía y la micro urbana es el bondi.

En la cultura anglosajona hay que respetar el espacio personal; no te puedes acercar mucho y no hay que suponer que un beso en la mejilla o un abrazo cordial van a ser recibidos gratamente como en el interior cordobés. Pero cuando eres amigo, mientras menos te atiendan en su casa más de confianza te consideran: “Sírvete tú mismo” te dicen y al principio uno cree que no eres persona grata.

Por cierto son ejemplos muy sencillos pero ilustran el hecho que de a poco se van entendiendo peculiaridades invisibles a la pasada. Después de diez años de permanencia en la ciudad donde vivo en Argentina he podido comprender no solo los giros del idioma sino formas de ser, de sentir, de relacionarse, de trabajar. Pero estoy cierto que siempre seré entre ellos el chileno.

Es decir, alguien que aunque esté cerca siempre estará un poco lejos.

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